domingo, 12 de diciembre de 2010

MEDICINA TIBETANA.-



La medicina tibetana está íntimamente ligada con el budismo ya que éste constituye su fundamento espiritual y su más precioso sustrato. La cualidad que hace única a la medicina tibetana se halla no sólo en el claro compromiso de sanar el cuerpo humano de males y enfermedades, sino también en que se revela como un camino a través del cual el cuerpo y la mente pueden liberarse de los sufrimientos de la existencia condicionada, el samsara.

De acuerdo con la tradición tibetana, hace miles de años el Buda Shakiamuni emanó como el Buda de la Medicina, Bhaishajyaguru, estableciendo las bases de la medicina tibetana en la forma de los Gyushi o los Cuatro Tantras Médicos, los cuales fueron escritos con tinta de lapislázuli sobre láminas de oro en aproximadamente 5400 versos, y depositados en el Palacio de las Dakinis de Uddiyana.

La medicina tibetana actual deriva enteramente de las escrituras tántricas que se han incorporado dentro del Tanjur; la versión revisada de los Cuatro Tantras Médicos que se sigue utilizando en la actualidad fue compilada en el siglo XII y resume los conocimientos recogidos en el Tíbet y en otros lugares de Asia y Oriente Medio. .

Teoría de la Medicina Tibetana

Como ya se mencionó, este sistema médico se encuentra íntimamente ligado con el budismo tibetano, el cual sostiene que hasta que la ignorancia y la codicia queden eliminadas del fluir de la mente, por muy sanos que creamos estar, seguimos enfermos. Asimismo, contempla al análisis del cuerpo como el fundamento de la cosmología y de la filosofía budista y considera que el estado de salud depende de un balance en la dieta, la conducta, las condiciones ambientales y psicológicas, y los factores sociales, siendo todos ellos tomados en cuenta para la elaboración del diagnóstico de las enfermedades y del tratamiento correspondiente.

Los fenómenos animados e inanimados existen en dependencia con los agregados de las cinco energías cósmicas: la tierra, el fuego, el agua, el aire y el espacio o éter. Fisiológicamente, el cuerpo humano está constituido por 3 humores, 7 energías físicas y 3 tipos de excreciones. Las 7 esencias o energías físicas son las nutricias, la sangre, la carne, el tejido adiposo, la médula ósea y el óvulo o la esperma, dependiendo del sexo del individuo. Los 3 humores son las manifestaciones biológicas de las 5 energías cósmicas y se consideran como el surgimiento de las 3 aflicciones básicas: el deseo, el enojo y la confusión; éstas se conocen como el viento, la bilis y la flema.

El viento (Lung) está constituido por los elementos viento y el espacio, representan la fusión nerviosa y recibe la influencia de las 3 causas de sufrimiento evidenciadas por el Buda. La bilis (TrIPA) se encuentra conformada por los elementos fuego y el agua, es responsable del metabolismo y del calor corporal (tumo), de la digestión y de la excreción; el enojo actúa sobre su equilibrio desestabilizándola. La flema (BekAN) asegura la regeneración y la producción de líquidos, y es perturbada por el veneno de la confusión. La flema está compuesta por los elementos tierra y agua.

Medicina Tibetana

La salud es el estado de balance de estos 3 humores, mientras que la enfermedad surge si algunos de ellos quedan fuera de balance. La condición por la cual se manifiesta la enfermedad tiene que ver con una dieta inapropiada, una conducta impropia, infecciones derivadas de agentes patógenos, factores ambientales y los espíritus.

Los desórdenes también se clasifican como fríos o calientes o como una combinación de ambos. Los desórdenes calientes están asociados con la sangre y la bilis; los fríos con desbalances en la flema o el viento, en tanto que las infecciones o desórdenes linfáticos pueden ser originados por desórdenes calientes o fríos.

Los médicos tibetanos pueden diagnosticar las enfermedades a través de 3 métodos. El método más importante es la formulación de preguntas directas al paciente y, de acuerdo con los 3 humores, el médico debe llevar a cabo una revisión fisiológica del paciente para dar un diagnóstico del desorden.

Los otros 2 métodos incluyen un análisis táctil y visual. En el táctil se utiliza la lectura del pulso, mientras que el visual consiste en el examen visual de la orina, así como en la observación de la lengua y de la complexión física del paciente. Cabe señalar que una fuente complementaria de diagnosis es el análisis de los sueños.

El arte de la lectura del pulso provee información invaluable para el médico experimentado. Al colocar los dedos en puntos específicos situados en la muñeca del paciente, el médico sintoniza y afina su conciencia con las sutiles pulsaciones de la sangre, la linfa y las energías neurales que le transmiten mensajes relativos al estado de salud y vitalidad del paciente. Todas las enfermedades conocidas, salvo un 5%, son claramente identificables utilizando la técnica de la diagnosis por el pulso. En los casos en que se suscitan dudas, el examen de la orina revelará cuál de entre las diversas enfermedades posibles afecta realmente al paciente .Apoyándose sólo en los sentidos, el médico tibetano examina de modo sistemático la orina de un paciente en función de su color, sedimentación, olor, formación de burbujas o ausencia de ellas, y secreciones visibles. Cuando la orina se remueve en una taza de cerámica blanca, muestra modelos e imágenes a partir de los cuales el médico calificado puede llegar a un análisis detallado del estado de salud del paciente. Desde el primer vistazo, la lengua puede proporcionar valiosa información acerca de la constitución física del paciente y sobre la naturaleza del trastorno, según el humor que prevalece y que determina estas características muy marcadas. En presencia de un trastorno de aire, la lengua normalmente aparece seca, áspera, rosada y rodeada de burbujas. En los casos de trastornos de bilis se presenta recubierta de una pátina amarillenta y amarga. En una situación de desequilibrio de la flema, se manifiesta una consistencia blanda y húmeda velada por una pátina blanco-verdosa.

Tratamientos

El tratamiento se basa en los síntomas presentados así como en el cuadro clínico; se realiza sobre el examen de la orina, el pulso, un examen físico y el interrogatorio. Diversos factores tales como la gravedad de la enfermedad, la edad del paciente, la estación del año, la localización de la enfermedad, la capacidad digestiva del paciente y la presencia de complicaciones, pueden servir para determinar el tipo de tratamiento adecuado.

En la rutina clínica habitual, el tratamiento normal consiste en una medicación reforzada con una dieta y recomendaciones sobre el comportamiento; en algunos casos también se usan la acupuntura y la moxibustión. El primer nivel de tratamiento es la terapia de comportamiento y de la nutrición, la cual normalmente sirve de base a la segunda línea de tratamiento, es decir, a la medicación.

Hay dos tipos de medicamentos orales que están graduados y son usados con base en información clínica definida. La medicación oral se refuerza mediante terapias tales como la oleación, friegas, eméticos, purgantes, enemas suaves, supositorios, inhalantes nasales y baños. Cuando todo esto no acaba con la enfermedad, o cuando la enfermedad es grave y crónica, es recomendable la tercera línea de tratamiento: la terapia externa.

Medicina Tibetana

La terapia externa tiene como base el cuadro patológico y se divide en dos categorías: menor y mayor. La terapia externa menor consiste en el masaje, la hidroterapia y los fomentos. La mayor en la acupuntura, la moxibustión y la sangría reforzada con cirugía.

Un elemento importante a considerar es la farmacología tibetana, la cual se ha establecido de acuerdo con las 5 energías; utiliza medicamentos formados de estos agregados que pueden antagonizar a los agregados que se manifiestan como un desorden de desbalance de los humores. En la medicina tibetana se usan 8 tipos diferentes de ingredientes como medicamentos: metales preciosos, tierras, rocas, árboles, resinas, hierbas, animales, sopas y jugos.

Los sabores juegan un papel importante dentro de la terapéutica médica tibetana. Existen 6 sabores fundamentales (dulce, amargo, salado, ácido, caliente y astringente), los cuales se correlacionan con las 5 energías. El sabor dulce está constituido por agua y tierra, el amargo por fuego y tierra, el salado por viento y tierra, el ácido por viento y fuego, el caliente o picante por fuego y agua, y el astringente por agua y viento. Un fármaco se prescribe de acuerdo con las características del desorden que presenta el paciente, y debe poseer características opuestas a ese desorden. La potencia de un fármaco se determina considerando los siguientes parámetros: pesado, oleoso, frío, romo, ligero, áspero, caliente y afilado. Los fármacos que poseen las primeras cuatro potencias se prescriben para tratar desórdenes de viento y bilis, en tanto que los últimos cuatro son prescritos en el tratamiento de desórdenes de flema.

En el sistema tibetano los remedios están compuestos por hierbas, las cuales se combinan con minerales, gemas y piedras preciosas, así como sustancias de origen animal. La presentación de estos remedios puede ser en forma de píldoras, incienso o aceites médicos, y por regla general contienen cincuenta o más ingredientes diferentes. Todo ello se acompaña de la recitación de plegarias y mantras, lo que confiere una potencia adicional.

Los padecimientos causados por espíritus se pueden curar con elaborados rituales llevados a cabo por lamas, yoguis o sanadores chamánicos.

La medicina tibetana es una disciplina integral que no sólo se encarga de sanar el cuerpo, también es un sendero donde el cuerpo y la mente se pueden liberar de los sufrimientos de la existencia cíclica causada por el triple veneno, el cual representa la raíz de la enfermedad. Para lograrlo la medicina tibetana cuenta con múltiples herramientas dentro de un plano tanto físico como espiritual.

Medicina Tibetana