viernes, 13 de enero de 2012

Economía verde, nuevo disfraz del neoliberalismo-






En medio de la más grave crisis de la economía capitalista a escala mundial, el deterioro ambiental ha sido relegado a un plano secundario. Es cierto que algo se habla sobre la pérdida de biodiversidad o el cambio climático. Pero en los hechos el medio ambiente no es prioridad.
Los términos del debate sobre la crisis los ha impuesto la derecha y en su pantalla de radar el problema ambiental siempre ha ocupado un lugar subsidiario. Por eso no sorprende que ahora que los centros de poder castigan con austeridad fiscal y promueven la destrucción de cualquier vestigio del estado de bienestar, el medio ambiente brille por su ausencia. Y cuando se le pretende tratar como tema prioritario, la realidad es que sólo es para mantener el proyecto neoliberal a escala global.
El Programa de Naciones Unidas sobre Medio Ambiente (PNUMA) promueve desde hace ya tres años una serie de proyectos que se encuadran dentro de lo que ha bautizado como la Iniciativa de Economía Verde (IEV). Este proyecto define a una economía verde como el “resultado de mejoras en el bienestar humano y equidad social, al mismo tiempo que se reducen los riesgos ambientales y la escasez ecológica”. El PNUMA sostiene que el manejo eficiente de los recursos ambientales ofrece oportunidades económicas importantes. Finalmente, afirma que una economía verde debe ser baja en el uso de combustibles fósiles y socialmente incluyente.
Esa retórica puede dar una buena impresión. Pero la realidad es que la iniciativa del PNUMA adolece de grandes defectos que, al final de cuentas, anulan lo que podría aparecer como buenos deseos. Lo que queda es un disfraz mal armado para darle una cara amable al neoliberalismo desde el punto de vista ambiental.
El primer gran problema de la IEV es la incapacidad para examinar las causas de la destrucción ambiental. Ninguna de las fuerzas económicas que provocan el deterioro ambiental es objeto de un análisis cuidadoso. Ni la concentración del poder económico en centros corporativos, ni los procesos de acaparamiento de tierras en grandes regiones de África y América Latina, ni el efecto de la especulación financiera sobre productos básicos, ni el peso enorme de la deuda de los países más pobres del mundo son temas importantes para el PNUMA. En contraste, abunda la retórica sobre instrumentos de política basados en el mecanismo de mercado y la necesidad de alentar la inversión privada.
El PNUMA también ignora las causas de la feroz desigualdad, que es rasgo dominante en la economía mundial. Tal pareciera que esa desigualdad cayó del cielo, como si se tratara de un fenómeno meteorológico. Así, la IEV habla de la necesidad de aliviar e incluso de eliminar la pobreza. Pero siempre que lo hace es en referencia al potencial que ofrece el buen manejo de los recursos. Nunca se menciona la necesidad de corregir el marcado sesgo en contra de los salarios reales. De sobra se sabe que en casi todo el mundo los salarios reales experimentaron una declinación importante a partir de los años setenta. Entre las causas más visibles de ese resultado está la represión salarial impuesta para controlar la demanda agregada y, de ese modo, llevar adelante la lucha contra la inflación (el principal enemigo del capital financiero). A pesar de la importancia de esta variable de la distribución, la palabra “salarios” no tiene cabida en el diccionario de la IEV.
La desigualdad también está fuertemente anclada en una política fiscal regresiva. Sin embargo, cuando se trata de recomendaciones en materia de política fiscal, el documento del PNUMA sugiere que el mejor marco fiscal para el crecimiento debe descansar en los impuestos indirectos y en bajas tasas impositivas para el sector corporativo. Esto debe ir acompañado de “mayor eficiencia en el gasto público”, lo que en la jerga neoliberal se traduce en mayores ajustes y generación de un superávit primario para pagar cargas financieras. Claro, las referencias del PNUMA son la OCDE, el Banco Mundial y la consultora PriceWaterhouseCoopers. Eso sí, se alerta sobre los “riesgos de imponer gravámenes al capital financiero”.
Aunque la iniciativa del PNUMA se basa en la idea de que la crisis ofrece la oportunidad para reencaminar la economía mundial por el sendero del desarrollo sustentable, ningún documento del organismo contiene un análisis serio sobre los orígenes y naturaleza de la crisis. Los lectores pueden corroborar lo anterior en la página de la IEV (www.unep.org/greeneconomy). Por extraordinario que parezca, un análisis serio sobre la crisis y sus ramificaciones no es relevante para hablar de la transición hacia una “economía verde”.
La iniciativa del PNUMA intenta extender la vida del modelo neoliberal. Es también un buen ejemplo de la sentencia de Keynes: no sólo hemos fracasado en el intento de comprender el orden económico en el que vivimos, sino que lo hemos mal interpretado al grado de adoptar medidas que operan duramente en nuestro detrimento.
Ilustraciones: Alai