La pulpa roja de esta naranja no solo resulta exquisita
sino que
está repleta de antioxidantes que potencian la salud. Estos
meses son idóneos para disfrutarla.
La sanguina o roja es una variedad de naranja que se
caracteriza por
su pulpa de atractivo color borgoña. Puede ser algo más
pequeña que
otras variedades y su piel naranja y lisa estar salpicada
de motas rojas.
Su color se debe a la presencia de antocianinas, una clase
de pigmentos
más común en las bayas que en las frutas cítricas y que
protege la salud
de manera eficaz.
Un tesoro entre los cítricos
Además de proporcionar antioxidantes, la naranja sanguina
resulta ligera
y rica en vitaminas.
Aporta pocas calorías por su elevado contenido en agua y
fibra, y
moderado de azúcares.
La fibra soluble propicia la salud de la flora intestinal, un buen
tránsito y
la reducción del colesterol. Según estudios del Instituto de
Oncología
de Milán (Italia), la naranja sanguina reduce los niveles
sanguíneos de
colesterol y triglicéridos, e inhibe la formación de placas que
dificultan
la circulación, gracias a la acción conjunta de las antocianinas,
la fibra y
otros compuestos, como los ácidos hidroxicinámicos y
la hesperidina.
Su vitamina C supera en un 40% a las naranjas ordinarias en
la variedad
tarocco, que puede proporcionar hasta 60 mg en 100 ml de
zumo.
Este nutriente aumenta la absorción del hierro, el calcio y el
fósforo,
y participa en la síntesis de colágeno, por lo que previene el
envejecimiento
prematuro. Una sanguina al día es suficiente para obtener
la cantidad
necesaria de vitamina C (60 mg).
El betacaroteno, otro pigmento antioxidante, abunda más
en la sanguina
que en otras naranjas. Refuerza el sistema inmunitario y se
transforma en
vitamina A conforme el organismo la va necesitando.
Los aceites esenciales
terpénicos, propios de los cítricos, también luchan contra
los radicales libres.
Aporta ácido fólico y vitamina B1, necesarios para el buen
funcionamiento
del sistema nervioso y para su desarrollo durante la etapa
de crecimiento.
Algunos estudios lo relacionan con el rendimiento intelectual,
la prevención
de la fatiga y algunos tipos de anemia.
Entre sus minerales destacan el calcio, el magnesio y
el hierro.
Un potente antioxidante
Las antocianinas, los pigmentos antioxidantes que tiñen
la pulpa de las
naranjas sanguinas, se acumulan en las vesículas que
separan los gajos.
Son un potente antioxidante que allí por donde pasa va
atrapando radicales
libres y favoreciendo su eliminación. De esta manera
contribuye a
prevenir las enfermedades cardiovasculares, las neurológicas
y diversos
tipos de cáncer –sobre todo los de colon y estómago–
de manera tan
eficaz o más que los antioxidantes hallados en el té verde,
las bayas
o las coles.
Al inhibir ciertas enzimas digestivas, las antocianinas
disminuyen los niveles
de glucosa en sangre y reducen la absorción de las grasas
después de
las comidas, por lo que previenen la obesidad y la diabetes.
Por otra parte,
destaca el efecto sobre el sistema circulatorio, pues aumenta la
resistencia de las paredes de los vasos sanguíneos y disminuye su
permeabilidad.
Cocina gourmet
Aunque es un placer consumir la naranja sanguina como
fruta de mesa
en plena temporada, puede añadirse a las mismas recetas
en las que
se emplearían naranjas normales y resulta idónea para
elaborar zumos
y batidos, así como macedonias, carpaccios, ensaladas,
salsas, helados,
sorbetes, mermelada y pasteles.
Con quesos de cabra o de untar contrasta de maravilla.
Los frutos secos y las frutas desecadas combinan bien con
la sanguina
en platos tanto de arroz, bulgur o cuscús como de pasta
o verdura.
M. Núñez y C. Navarro (salud) y Montse Tàpia (cocina)