jueves, 22 de marzo de 2012

El tomate – Un regalo sudamericano para los gigantes agroquímicos 21/03/12 Por Edward Hammond

En los supermercados, el tomate resulta cada vez menos atractivo. Es común la queja de que está verde, duro y sin gusto. En verdad, la producción y el procesamiento industrial no contribuyen a que resulte un alimento bueno y fresco. Si bien hay quienes todavía pueden consumir tomates producidos con semillas y métodos tradicionales, en la mayor parte del mundo se trata cada vez más de un producto industrial.

Como la papa, el ají y otros cultivos, la diversidad genética del tomate se concentra en los países andinos, el lugar nativo de más de quince especies silvestres, parientes cercanos del tomate cultivado. Estos países tienen soberanía sobre esa riqueza biológica, fuente de resistencia a plagas y sequía, y otros rasgos beneficiosos, pero la industria agroquímica no la reconoce.

Desde la época colonial, pero sobre todo en la segunda mitad del siglo XX, científicos estadounidenses y europeos mandaron “expediciones” a América del Sur para recolectar muestras de la diversidad del tomate, dejándolas en bancos de semillas en Estados Unidos, Holanda, Italia y otros países.

Hoy, equipada con nueva biotecnología que facilita el intercambio de genes entre diferentes especies de tomate, la industria agroquímica ve estas semillas sudamericanas como materia prima para nuevas variedades de tomate de invernadero y agricultura industrial.

Con la colaboración científica y el financiamiento de entidades estatales de Estados Unidos y la Unión Europea, las empresas están sistemáticamente aislando genes de tomates silvestres y presentando solicitudes de patente sobre lo que encuentran, convirtiendo así semillas peruanas y ecuatorianas en su propiedad intelectual. Hasta el momento, los beneficios para los países de origen son nulos.

En los supermercados, el tomate resulta cada vez menos atractivo. Es común la queja de que está verde, duro y sin gusto. En verdad, la producción y el procesamiento industrial no contribuyen a que resulte un alimento bueno y fresco.

Gran parte de la responsabilidad radica en la agricultura industrial, particularmente en las variedades de tomate sembrados en invernáculos a gran escala y cosechadas mecánicamente. Esas operaciones homogeneizadas son las que en general se realizan en el caso de los tomates de mesa que abastecen a las zonas urbanas y se encuentran en todo el mundo.

Si bien hay quienes todavía pueden consumir tomates producidos con semillas y métodos tradicionales, en la mayor parte del mundo se trata cada vez más de un producto industrial.

La expansión del cultivo industrial del tomate ha ido acompañada recientemente de un aumento en el número de solicitudes de patente sobre rasgos y genes provenientes de parientes silvestres de origen sudamericano. Entre las empresas que han presentado estas solicitudes se encuentran gigantes de la industria como Monsanto (Estados Unidos) y Syngenta (Suiza).

Entre los rasgos que aparecen en las reivindicaciones de las patentes hay tomates sin semilla, con resistencia a las enfermedades, hábitos de crecimiento, mayor rendimiento y fruta más dura (un rasgo útil para cosechar mecánicamente). Otras solicitudes comprenden genes de tomate que codifiquen moléculas precursoras para las industrias farmacéutica y química.

Los casos dejan en evidencia las dificultades que existen para lograr la equidad en el uso de la biodiversidad cuando la fuente de los materiales patentados son variedades guardadas en bancos de semillas en Estados Unidos o Europa.

En la base de datos de la Organización Mundial de la Propiedad Intelectual (OMPI), en Ginebra, se encuentran al menos ocho solicitudes de patentes sobre genes de parientes silvestres del tomate en los últimos años (ver tabla). Estos genes pueden ser transferidos al tomate cultivado para proporcionar nuevos rasgos útiles, por ejemplo, fruta más firme o resistente a plagas.

En algunas de las solicitudes de patente y en los archivos de los bancos de semillas hay detalles sobre algunas de las semillas. Por ejemplo, el tomate S. peruvianum reclamado por la Universidad de Michigan y la Hebrea de Jerusalén fue recolectado en 1976 en el camino entre Jaén y Chamaya, en la cuenca del río Marañón, en Cajamarca, Perú, por un ingeniero peruano que lo entregó a un banco de semillas en Estados Unidos.

Otro ejemplo es el tomate Solanum pennellii bajo solicitud de patente de Monsanto. Este tomate, de la especie Solanum pennellii, fue encontrado en 1958 al lado de la carretera Pamamericana, entre los pueblos de Chala y Ático, en Arequipa, Perú. En este caso, el recolector fue un investigador estadounidense del Estado de Texas.

En otros casos no es posible saber exactamente de donde vino un tomate patentado. Por ejemplo, Syngenta reclama un rasgo de resistencia al moho de una accesión de S. habrochaites identificada sólo como “04TEP990312”. No se logró identificar una accesión S. habrochaites con ese nombre –u otro similar- en ningún banco de semillas. Si bien sabemos que la especie viene de Perú o Ecuador, la solicitud de patente de Syngenta no ayuda respecto al origen de la semilla. No se informa cuándo ni cómo fue recolectada, ni cómo terminó siendo parte del programa de investigación de la empresa suiza.

Como resultado de las recolecciones del pasado, si hoy una empresa quiere obtener muestras de la diversidad genética de los parientes silvestres del tomate, no es necesario que se dirija a los ministerios de Agricultura o de Medio Ambiente de los países de origen, ni se comprometa a repartir los beneficios del uso de estas semillas. En el caso de la gran mayoría de la diversidad conocida disponible en un puñado de bancos de semillas en Europa y Estados Unidos no se requiere un acuerdo con el país de origen mientras estén disponibles en dichos bancos sin contraprestación.

Un equipo de investigadores holandeses, italianos e israelíes mantiene en Holanda, con financiamiento de la Unión Europea, la colección europea de diversidad genética del tomate. La misma se realizó mediante la adquisición de colecciones de los distintos países europeos y con muestras importadas de bancos de semillas estadounidenses.

La Unión Europea, en cooperación con la industria agroquímica, tiene ahora un proyecto cuyo objetivo explicito es identificar y comercializar -es decir, patentar- genes de parientes silvestres del tomate. Por lo tanto, es probable que la ola de solicitudes de patentes sobre parientes silvestres sudamericanos del tomate apenas esté comenzando.

Es probable que la colección de Estados Unidos supere a la de Europa. En dos bancos -uno en Nueva York perteneciente al Departamento de Agricultura y otro en la estatal Universidad de California- se encuentran las colecciones de diversidad del tomate más importantes.

El Centro de Recursos Genéticos del Tomate de la Universidad de California en Davis proporcionó al menos la mitad de los parientes silvestres que se encuentran bajo reclamos de patente (ver tabla). No es casual que empresas como Heinz, Campbell’s Soup y Seminis (subsidiaria de Monsanto, el mayor vendedor de semillas de hortalizas del mundo) tengan instalaciones allí. Están allí en buena medida para apropiarse del banco de semillas y las investigaciones del Centro de Recursos Genéticos del Tomate.

De hecho, líneas de introgresión del tomate usadas con marcadores moleculares, la tecnología que más ha ayudado a los reclamos de patente, fue en buena medida desarrollado por el mismo Centro.

Las líneas de introgresión actúan de la siguiente forma: una especie de tomate silvestre se cruza y luego se vuelve a cruzar, a menudo a lo largo de varias generaciones, con una variedad domesticada de tomate. De esas cruzas se selecciona una serie de líneas, cada una incorporando algunos cromosomas, o cromosomas parciales, del genoma silvestre, que los fitomejoradores pueden identificar utilizando marcadores moleculares.

El objetivo de la hibridación interespecies es producir una serie de líneas que juntas incluyan todos los genes de la planta silvestre expresados en los “antecedentes genéticos” del tomate domesticado. Esas líneas de introgresión facilitan entonces la identificación del gen, el mejoramiento genético asistido con marcadores y, por supuesto, los reclamos de propiedad intelectual, a pesar de que los científicos no modifiquen los genes para inventar algo nuevo. Son, sencillamente, reclamos sobre exactamente lo que encontraron en una semilla sudamericana.

Peor aún, las empresas que presentan solicitudes de patente saben a veces que adoptan medidas para impedir que dichas solicitudes se vean menoscabadas por alguien que descubre un gen levemente divergente en otra muestra de un pariente silvestre. Por eso redactan solicitudes de patente no sólo para abarcar la diversidad específica que identificaron en las líneas de introgresión sino también para reivindicar otras formas y/o rasgos del mismo gen que estén presentes en los bancos de genes o en las variedades silvestres pero que todavía deben ser descritas específicamente.

Por ejemplo, en una solicitud de patente de Monsanto sobre un gen de una semilla peruana, la empresa trata de reivindicar toda otra raza de tomate rojo que posea el mismo hábito de crecimiento, ya sea de otra semilla de la especie de S. pennellii o, de hecho, de cualquier otra planta del género Solanum.

Las colecciones de parientes silvestres de tomate de los bancos de semillas son de gran interés para las grandes multinacionales agrícolas, así como para las universidades y compañías dedicadas a desarrollar tomates y patentarlos. A pesar de que el nuevo Protocolo de Nagoya sobre Acceso y Participación en los Beneficios fue adoptado en octubre de 2011, las discusiones en la Convención sobre la Diversidad Biológica arrojaron escasos avances en el espinoso tema de las colecciones en bancos de semillas.

La cuestión de la participación en los beneficios derivados de nuevos usos de semillas recolectadas antes de la entrada en vigor de la Convención no quedó resuelto durante las negociaciones del Protocolo de Nagoya. Nuevamente los casos del tomate refuerzan la injusticia para con los países de origen y subrayan la necesidad de hacer esfuerzos para resolver el problema de la biopiratería de recursos en bancos de semillas.

Parientes silvestres del tomate

Las quince (o más) especies parientes del tomate cultivado crecen en diversas zonas ecológicas. Algunas de las poblaciones silvestres están desapareciendo, como ocurre en la costa peruana debido a la expansión de zonas urbanas y la agricultura. Las especies económicamente más importantes son:

Solanum habrochaites

Fruta pequeña y verde. Resistente al moho, insectos y frío. Se encuentra en Perú y Ecuador, en el lado occidental de los Andes, en alturas hasta 3,400 metros. También está presente en la costa, donde las plantas son de menor tamaño.

Solanum galapagense

Una de las dos especies de tomate silvestre endémico de las Islas Galápagos. Tiene una fruta amarilla e hirsuta con olor reminiscente del limón. Resistente a suelos salados.

Solanum pimpinellifolium

Especie nativa de la costa peruana. Fruta comestible de sabor agradable. Requiere menos agua que el tomate cultivado y es resistente al moho y otras enfermedades.

Edward Hammond es Director de la consultora Prickly Research ( ), con sede en Austin, Texas, y asesor de Third World Network (TWN) en temas de biodiversidad, bioseguridad y propiedad intelectual.www.pricklyresearch.com

Este artículo es un extracto del documento del autor “Biopiratería asistida por marcadores. Colecciones ex situ de tomate silvestre, técnicas de mejoramiento genético y solicitudes de patentes”, publicado por TWN – Red del Tercer Mundo http://agendaglobal.redtercermundo.org.uy - 9 de marzo de 2012 - 56 Año 2012

http://www.ecoportal.net/Temas_Especiales/Biodiversidad/El_tomate_Un_regalo_sudamericano_para_los_gigantes_agroquimicos