por Yolanda Silva Solano
El ser humano tiene poca conciencia de esta gran verdad y por lo mismo, hoy en día la gran mayoría de la población vive estresada, porque no hay una unidad entre lo que hace y lo que quiere hacer. La división entre su mente y su conciencia es otra de sus grandes divisiones, al igual que lo son sus pensamientos y lo que dicen sus labios, y entre su alma y su cuerpo pareciera ser aún mayor el abismo ya que se considera que la materia nada tiene que ver con la espiritualidad. Jesús vino a enseñarnos que “aislar parte de la vida y llamarla religión es desintegrar la vida y distorsionar la religión” pues nada de lo material puede estar ajeno a lo espiritual, pues “el hombre crece conscientemente desde lo material a lo espiritual, por la fuerza y el poder de sus propias decisiones”
Pero el mal de nuestro siglo, es que la gran mayoría de los seres humanos no tiene una decisión propia, funcionan como robots que obedecen las órdenes que la publicidad, el consumismo y hasta las que las iglesias le dan. No pensamos, simplemente seguimos las indicaciones que nos dicen que tenemos que ser de una determinada manera y nos indican que no comer o que no hacer y el día y la hora en que debemos dedicar a Dios. El ser humano cada día tiene menos poder de decisión y lo peor es que no es consciente de ello y continúa siendo una marioneta de las circunstancias en vez de trasformase el dueño y hacedor de su propio destino.
Dios nos hizo personas únicas e irrepetibles, no sólo tenemos un ADN físico sino también uno espiritual, por tanto ninguna orden debiera ser generalizada porque la verdadera religión es “una forma de vida y una técnica de pensamiento, que nos permite movernos con plena libertad para escoger lo que deseamos o no, hacer, comer, beber y creer.
Un hijo de Dios que se precia de serlo debe aprender a ser Persona, no puede aceptar ser uno más del montón, porque no es esa la forma como nos ama nuestro Padre, pues El “ama a cada criatura como un hijo individual de la familia celeste y este amor lo acompaña a lo largo del tiempo y la eternidad.”
La voluntad divina es que debemos aprender a “elevar la tarea diaria y común” para encontrar en ella a Dios porque nada de lo que hace un hijo de Dios es indiferente porque “mientras nos dedicamos a la obtención de las realidades eternas, también debemos disponer para las necesidades de la vida temporal” y viceversa. “No olvidéis jamás que una vez sientas la filiación divina, todo trabajo honesto es sagrado, nada es ordinario”
Lo mismo corre para lo que comemos o bebemos, porque “no es lo que entra por la boca lo que ensucia espiritualmente al hombre, sino más bien lo que sale de su boca y de su corazón” Jesús tuvo la osadía de reemplazar las manos limpias por un corazón limpio como marca de la religión verdadera El hombre no sólo forma una unidad con el cosmos infinito, sino que también su cuerpo forma un todo orgánico, por tanto todo lo que Dios le ha dado al hombre debe ser usado en forma armónica, nada debe ser negado. Del mismo modo que en una orquesta cada instrumento tiene su participación especial, el hombre es necesario para la armonía universal, en donde el cuerpo, el alma y la mente deben unificarse, siguiendo las insinuaciones creadoras del Espíritu residente.
Pero debemos tener en cuenta que la unidad, tanto cósmica como espiritual y material no significan en manera alguna uniformidad, pues esta es sólo una utopía ya que en la naturaleza ni en el ser humano nada es igual, pues ” Cada raza de la humanidad tiene su propio enfoque mental sobre la existencia humana; por consiguiente, la religión de la mente siempre debe ser fiel a estos varios puntos de vista raciales. Las religiones de autoridad no pueden jamás llegar a la unificación. La unidad humana y la hermandad de los mortales pueden ser alcanzadas tan sólo por la súper dote de la religión del espíritu y a través de ésta. Las mentes raciales pueden diferir, pero la humanidad toda está habitada por el mismo Espíritu divino y eterno. La esperanza de la hermandad humana tan sólo puede realizarse cuando y a medida que la ennoblecedora y unificante religión del espíritu que es la religión de la experiencia personal espiritual, las impregne y las eclipse las religiones mentales de autoridad divergentes. La religión del espíritu requiere tan sólo unidad de experiencia, no uniformidad de destino, permitiendo así la plena diversidad de la creencia. La religión del espíritu requiere solamente uniformidad de discernimiento, no uniformidad de punto de vista ni de opinión. La religión del espíritu no exige uniformidad de puntos de vista intelectuales, tan sólo unidad de sentimientos espirituales. Las religiones de autoridad se cristalizan en credos sin vida; la religión del espíritu crece en el regocijo y libertad en aumento en las acciones ennoblecedoras de servicio amante y ministración misericordiosa.
La verdad sobre el hombre, sobre la vida y sobre Dios es una y tenemos que encontrarla dentro de nosotros mismos, porque dentro de la misma verdad exiten muchos puntos de vista diferentes, que sólo pueden ser apreciados por la individualidad de cada cual, porque “la religión de revelación deberá siempre limitarse por la capacidad del hombre para recibirla. De este concepto nace la tolerancia que debemos tener hacia todos los que no piensan como nosotros, de la misma forma que nuestro Padre la tiene al decirnos que en cielo no hay una, sino muchas moradas esperando a sus hijos, por eso son tan absurdas las discusiones filosóficas o religiosas, porque todas ellas encierran algo de verdad porque son modificaciones de la Religión Cósmica Universal.
Lo importante es que cada ser humano defina la religión en términos de su propia interpretación experiencial de los impulsos divinos que emanan del Espíritu que en él reside y por tanto, esta interpretación debe ser única y totalmente distinta de la filosofía religiosa de todos los demás seres humanos.1130″ Lo importante no es lo que se cree, sino la sinceridad y la consecuencia que tenemos entre lo que hacemos y lo que decimos creer, porque ” la verdadera religión es amor vivo, una vida de servicio. La separación del religionista de mucho de lo que es puramente temporal y trivial no conduce nunca al aislamiento social y no debería destruir jamás el sentido del humor. La religión genuina no quita nada de la existencia humana, sino que agrega nuevos significados a la vida entera; genera nuevos tipos de entusiasmo, fervor y valentía. Aun es posible que engendre el espíritu del cruzado, que es más que peligroso si no está controlado por la visión espiritual y la devoción leal a las obligaciones sociales comunes de las lealtades humanas.”
Esforcémonos por mantener nuestra unificación interior, porque ella nos da la paz necesaria para VER el camino más adecuado que debemos recorrer, tanto a nivel espiritual como material. Escuchemos todo lo que se dice, pero seamos capaces de no dejarnos seducir por cantos de sirenas y aprendamos a tener nuestras propias opiniones, nuestra propia fe y nuestro propio trato con nuestro Papá del cielo, de esta forma seremos consecuentes en nuestro actuar espiritual y también en el trato con nuestro prójimo.