Son los que algunos especialistas en psiquiatría llaman adictos a la adrenalina. Paracaidismo, bungee jumping, parapente, rafting y longboard, algunas de las actividades que los apasionan. Los riesgos cuando la conducta “maneja” a la persona
Un adicto es alguien que no puede evitar consumir, esto es condición para poder definirlo como tal. No poder evitarlo no siempre es la contrapartida de querer evitarlo.
Hay quienes detrás de una búsqueda de placer y aventura esconden estados de angustia o vacío, consideró el médico psiquiatra Enrique Katz (MN 29666).
Para el especialista, “en esas personas se parece al placer y al disfrute tiene más que ver con algo del orden de lo compulsivo”.
“Es decir, –explicó- la persona disfruta de aquello que domina y no de lo que lo domina a él, en estos casos el problema es que no pueden dejar de hacerlo ni disfrutar de otra manera que no sea esa”.
Consultado acerca de la explicación fisiológica de este tipo de comportamiento, Katz aseguró que hay que buscarla por el lado de “la secreción de adrenalina la cual produce efectos químicos a nivel del organismo que se traducen en sensaciones que evocan las del orgasmo ya que también en la sexualidad se produce adrenalina”.
Además, destacó, “la producción de adrenalina estimula la liberación de dopamina en el sistema nervioso central, una sustancia que provoca sensación de bienestar anímico”.
Para Katz, establecer un límite es justamente el problema y en este sentido “el límite varía con cada sujeto sometido a este tipo de conductas compulsivas”.
El rango va desde los sujetos que se acotan a la práctica de deportes de riesgo por ejemplo en las vacaciones hasta un piloto de acrobacia aérea que termina estrellándose con su avión.
En ese sentido, los riesgos son los mismos que para cualquier conducta adictiva, “es decir el problema comienza a partir de que la conducta maneja a la persona y no a la inversa”.
El especialista remarcó que hay muchas personas que actualmente están en tratamiento y que suelen solicitar ayuda profesional, ya sea por haber sentido que estuvieron al borde de la muerte (con lo cual el placer se transforma en algo del orden del pánico), o bien por la presión de sus afectos y el riesgo de perderlos.
“El tratamiento indicado para estos sujetos está en la línea de las psicoterapias, ya sea tradicionales como el psicoanálisis o cualquier alternativa que tenga la base en el tratamiento por la palabra”, detalló Katz, quien remarcó que “esto es porque si bien la medicación puede ayudar no cura”.
Y finalizó: “Y justamente cuando hablamos del problema del límite esto está en el corazón del desarrollo de sus afectos primordiales, es decir el problema se origina en el modo en que fueron criados por sus padres por lo tanto la cura necesita de la elaboración a través de otro y su palabra”.
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