
Trascripción  de la charla que Jorge Carvajal impartió el pasado 21 de febrero en el  Colegio de los Agustinos de Madrid, bajo el título “Creer y crear reglas  para re-encantar la vida”. El acto fue organizado por la Fundación  Ananta. El doctor y guía espiritual colombiano expuso cinco vías para  hallar la autentica felicidad.
 
Podríamos  callar, mirarnos a los ojos y sonreírnos. Podríamos encontrar en esos  ojos una humanidad profunda y entrar en ese territorio de la magia que  es el territorio de la vida. Podríamos creer que vivimos más allá de  existir, a pesar de nuestro cáncer, a pesar de nuestro dolor…
 
A  pesar de nuestras pequeñas miserias hay tanta grandeza en la semilla  humana… Hay tanto en nosotros esperando para ser, para fructificar, para  amar… Hay tanta humanidad esperándonos en las fronteras, esperando un  encuentro entre el Norte y el Sur, entre el Oriente y Occidente… para  así encontrar ese sol del centro del ser humano.
 
Hay  tanto en nosotros esperando revelarse, recrearse, fructificar. Somos  semilla y a partir de ese potencial infinito, de ese océano interior  podemos re-encantar la vida. Podemos volvernos a crear y así divertirnos  y gozar.
 
¿Y si de pronto pensáramos todos que el sentido de la vida es la felicidad?  ¿Y si nos atreviéramos a ser felices? ¿Cómo sería eso? ¿Cuáles serían  los ingredientes de la felicidad? ¿Si pudiéramos identificarnos con el  ser que somos y no con la sombra, la apariencia o la dependencia?
 
¿Y  si de repente volviéramos a ser lo que somos, auténticos, creadores de  nuestros propios días? ¿Si pudiéramos entrar de lleno en ese río  profundo de la vida que nos habita en cada instante, para encontrar en  su cauce, corrientes de amor?
 
¿Si pudiéramos despertar ese torrente amoroso que habita en nuestra sangre…?  ¿Si pudiéramos reencontrar la fuerza de nuestra propia identidad y así  nos completáramos los unos a los otros? ¿Si pudiéramos, como Pablo  Neruda decir: “Súbete conmigo a nacer, hermano”?
 
¿Si  pudiéramos entrar en nosotros y aceptarnos reconocernos y amarnos…?  Dejar de buscar a Dios en el exterior y descubrir que estaba allí en  nosotros, esperándonos en nuestro propio corazón con su infinito  potencial. ¿Si el único partido que tomáramos fuera a favor del ser  humano y nuestra única religión, la del amor, y nuestro único método, el  de la hermandad? Descubriríamos que cada cosa, cada evento es un  maestro con el alma como aprendiz.
 
¿Si  nos bajáramos de los pedestales del orgullo, de la maestría y del  materialismo de una vida repetitiva y nos inventáramos la vida y  regresáramos a la inocencia y ésta no fuera una inocencia ingenua, sino  consciente? Entonces, volveríamos a ser como niños, porque el Reino de  la inocencia es el Reino de los Cielos y él está en nosotros y es un  templo de relaciones…
 
¿Si miráramos al dolor y la enfermedad como un Maestro? ¿Si  aprendiéramos la lección y más allá de la culpa y más allá de la carga  pudiéramos liberar la levedad de ese aprendizaje y con esa levedad  ascender?
 
Hay  seres humanos que creyeron en imposibles y los realizaron. Ahí está  Ghandi, Simón Bolívar, la Madre Teresa … Ahí están con la desnudez de su  autenticidad. No tuvieron más escudo que su conciencia del amor y su  corazón abierto. Soñadores de imposibles que nos demostraron que los  imposibles se realizan cuando creemos en nosotros. Cuando creemos en  nosotros activamos el potencial de un Dios que no es externo, sino que  es interior, un Dios que nos acompaña y nos da su energía y su fuerza.
 
¿Es  posible ser felices? Sí, es posible, a pesar del dolor, pues el dolor  no es lo contrario de la felicidad. Es posible ser felices a pesar de la  muerte, pues la muerte no es lo contrario de la vida. Es posible ser  felices a pesar de la tristeza, pues la tristeza no es lo contrario de  la alegría. La felicidad es ese sentimiento leve de compasión y de  aceptación que te lleva por la vía del Ser.
 
La  felicidad es ese sentimiento incondicional en el que tú amas porque te  da la gana, porque sí, porque llueve o hace sol; en cualquier caso sin  ninguna condición. La felicidad sólo puede partir de ti. No es exterior,  no depende de tu economía… La gente hoy, en Europa, tiene una economía  dos veces superior a la de hace treinta años, pero es dos veces más  infeliz. La felicidad no depende de los conocimientos. El conocimiento  sin corazón es destructivo. De repente, adquieres un cáncer y descubres  ese estado interior desde el cuál también puedes ser feliz. La felicidad  es una construcción interior, parte de un paraíso interno. El Paraíso  no es ajeno, tú lo pintas y entras después en él. Tú lo creas y lo  re-creas.
 
En la felicidad no hay un Dios exterior.  Tú eres a imagen y semejanza de ese Creador que habla en tu palabra,  mira en tu mirada y ama con tu amor. ¿Podríamos entonces vislumbrar  nuestro c ami no hacia la felicidad? Sí. Ese c ami no es un c ami no de  retorno. Es un c ami no de consciencia. Es un c ami no que libera porque  no está hecho de dependencias.
 
Nada  que te ate, nada que te amarre, nada que conduzca al poder… te lleva a  la felicidad. Más poder no da más felicidad, si no, más dependencia. Más  placer no constituye más felicidad. Más vivir para los sentidos hace  que pierdas el sentido. La felicidad es un c ami no hacia el sentido, un  sendero que empieza en tu interior y termina en tu interior. Tú eres el  centro del universo cuando eres consciente de ti.
 
La  felicidad parte de la atención que es el uso fundamental de la  conciencia. Cuando estás atento, te centras y eres dueño de ti mismo y  de tu potencial. Cuando estás atento, generas un láser con tu propia  consciencia y ahí habitas y tienes el movimiento, la vida y el ser.  Cuando estás atento, construyes un espacio interior que te conecta con  el infinito. Cuando estás atento, construyes el instante y en ese  instante eres eterno. Cuando estás atento, te reconoces a ti mismo y  vuelves a nacer de ti mismo, siendo el parto y el partero; eres el  Creador, porque naces de ti y regresas a tu conciencia.
 
La  atención es el momento más importante de la consciencia, es el momento  de la creación en el que descubrimos el presente, es el tiempo de la  sincronicidad, el tiempo de la resonancia. Uno nace al presente por la  renuncia al pasado, al deshipotecar la vida de los condicion ami entos  del pasado. Tenemos la vida hipotecada con las expectativas hacia el  porvenir y entonces nos perdemos el lugar de la vida que es este  instante. Este instante es sagrado porque en este instante, y no en  otro, vive el ser. Allí no hay tener, allí no hay placer, allí solamente  bulle el ser y ese ser es lo que somos: potencial infinito que nos  habita, Dios tan inmanente como trascendente… Ese Dios Universal se  interioriza en nosotros y convierte la vida en algo mágico. Ese Dios nos  humaniza y nos redime. Ese Dios permite que el reino mineral cante y  baile y que el reino vegetal florezca y que el reino animal pueda  sentir. Ese Dios permite que el ser humano tenga las alas del pens ami  ento y desde las alas del pens ami ento restaure la intuición, la visión  de la totalidad. Desde esa visión de la totalidad nos unimos de nuevo  en el maravilloso C ami no de Regreso al Creador, que Es y Somos.
 
El  primer paso a la felicidad es la autenticidad. La autenticidad es una  genuina identidad, una identidad única, original; es la identidad que  nos hace íntegros… La vida es creativa cuando es única. La vida es arte,  se goza, se inventa a cada momento. Cuando eres único vives la magia  del amor. El amor no se gasta, no es repetitivo, no se fatiga, el amor  no es rutina, ni condición… Es una fuerza magnética, atractiva que te  renueva a cada instante.
 
Cuando  te puedes renovar a cada instante eres único. Cuando eres único, te das  cuenta de que eres importante, porque eres irrepetible y no tienes  competencia posible, porque puedes compartir, te puedes entregar sin  temor a perderte y con cada entrega te vas a renovar, te vas a completar  y además, vas a completar al otro con tus ojos, con tu abrazo, con tu  palabra, con tu silencio, con tu compañía, con tu presencia… Así puedes  disfrutar la vida. Primera clave para la felicidad: sé como tú; no como  nadie más, único, irrepetible y original.
 
Da  tu propia nota en la sinfonía de la creación, esa nota que es necesaria  porque no hay dos seres humanos como tú. Cuando tú no pretendes ser  como nadie más que como tú, entonces descubres esa corriente hermosa del  Creador que eres, y entras en el mundo maravilloso de tu tierra, de tu  raíz, de tu savia, entras en el lugar desde el que puedes re-nacer. Si  no tienes ese útero que te está pariendo, que es tu propia identidad, si  no te aceptas, si no te amas, si no te afirmas, nada podrás encontrar.  Autoafírmate para que te completes, para que completes el universo.
 
Ello  no sería posible si no te hubieras perdonado. Lo más duro en el momento  de la muerte es la culpa, no el cáncer o es el dolor. Lo más doloroso  es el miedo al más allá, al infierno de esa falsa creencia de que hay un  Dios castigador, el temor oculto de que Dios no te va perdonar. Pero  Dios es amor, y donde hay amor no puede haber juicio. El juicio está  dentro de ti, el infierno está dentro de ti y eres tú quien lo ha  construido.
 
Sin  embargo, podrías construir un paraíso. La pregunta es: ¿cuentas  contigo, te aprecias, te valoras, te reconoces? Ese es el primer paso en  el sendero de la felicidad. Es un paso hacia el interior. Encuéntrate  contigo, en tu centro. Respira profundo y siente la maravilla de la  vida. El sol brilla para ti, los pájaros cantan para ti y el aire y de  la magia de la mañana soplan para ti.
 
El  universo celebra tu presencia cuando tú te presentas ante ti. Entonces,  descubres tu rostro, que no es otro que el del amor, recuperas tu poder  y entras en comunión.
 
Vives  en alegría y levedad y ya no tienes el peso del cuerpo, de la culpa,  del condicion ami ento… Aceptas tus luces y tus sombreas.
 
Reconocerás  la nota clave de un corazón que nace y muere a cada instante. La muerte  y el renacimiento del corazón es la sístole y la diástole, dura un solo  segundo. En cada segundo el corazón se da entero. Si el corazón  guardara una gota en cada segundo, en una hora tendríamos insuficiencia  cardiaca. Hermoso sería que nosotros pudiéramos atender esa ley del  corazón y así en cada segundo, desde tu identidad, entregar y  fructificar sin medida. Ese fruto dulce de tu vida se hizo para dar.
 
Cuando  ya tengas tu tierra y tu paraíso, multiplica tus semillas, porque así,  dándote, se liberan y es dando como recibimos. Cuando nos damos  descubrimos nuestra genuina identidad, nuestra tierra, nuestro paraíso.  Cuando hay un yo aparece un tú. Entre el tú y el yo se genera un  movimiento de resonancia, de comunicación coherente, de diálogo. Surge  ahí una inteligencia que representa tu capacidad de adaptarte a la vida.  No hay una inteligencia espiritual, separada de la inteligencia  molecular. Es una inteligencia dinámica y adaptativa: tu capacidad de  adaptación a la vida.
 
El  segundo movimiento hacia la felicidad es la adaptabilidad. Adáptate a  la vida, al cambio, a la corriente. No te resistas pues produces calor,  desgastas tu energía. Cuando no te resistes, la vida pasa a través de ti  y te refresca y te fecunda.
 
Necesitas  del otro para mirarte, reconocerte, observarte en ese espejo y poder  modificarte y crecer hacia un nuevo ser. Esa nueva tierra tuya ha sido  fecundada por el tú, cuando el tú cabe en el yo, entonces surge la  maravilla del nosotros.
 
En  nuestros estudios hemos comprobado que allí donde hay más confianza en  los demás: en el vecino, en el de al lado, en el gobernante, en el  empresario…, allí donde hay más confianza porque hay más transparencia y  más honestidad, hay también una mayor felicidad.
 
Nuestra  tierra es vulnerable y puede así germinar. Nosotros somos también  vulnerables y nos podemos adaptar. Nuestra adaptabilidad es nuestra  mejor fortaleza.
¿De qué esta hecha  nuestra vulnerabilidad? Está hecha de flexibilidad. No tenemos que ser  perfectos. Cuando somos auténticos y a la vez somos flexibles podemos  germinar. Cuando el propósito del alma germina, entonces nos podemos  realizar.
 
La  segunda clave es por lo tanto humildad. La humildad es la clave del  aprendizaje, sólo desde la humildad podemos abrir nuestro corazón y  sensibilizar nuestra piel, todas nuestras pieles, la piel de nuestro  campo mental, de nuestro campo emocional y abrirla a la caricia del  cosmos.
 
Vulnerabilidad,  humildad y flexibilidad son las claves para la nueva vida, para  recuperar el poder de servir y disfrutar. El orgullo nos impide  disfrutar, porque el orgullo nos separa. El orgullo divide y destruye el  territorio de la conciencia, que es el territorio del nosotros.
 
Dos  movimientos pues hasta el presente: El yo interno que nos conduce a la  autenticidad y en segundo lugar la adaptabilidad para llegarnos al tú y  construir un nosotros.
 
Ahí  viene la tercera condición para la felicidad, la más difícil de todas:  la vida cambia y todo muere. No hay nada constante. Todo muere salvo el  cambio. No te resistas al cambio. El cambio te introduce en una  corriente de transformación y transmutación que permite al Espíritu  fecundarte.
 
El  cambio es fuerza transmutadora. No temas el caos, pues es la matriz del  cambio. No temas la oscuridad, pues son reveladores de la luz. Cuando  aceptamos las transformaciones y las transmutaciones podemos ascender en  la savia de la evolución, florecer y dar nuestro fruto.
 
Cuando  nos reconocemos, encontramos la crisis aseguradora del cambio. Vivir es  un proceso de cambio permanente. Cuando tenemos crisis, la vida se  bifurca y no vuelve a ser la misma.
 
El  cuerpo es un instrumento del ser y el ser es ese proceso de cambio  permanente que nos empuja en un proceso de aprendizaje continuo… Vivir  es encender un fuego interior, es convertir el conocimiento en sabiduría  que nos permite desenvolvernos en un proceso de cambio permanente.
 
En  el presente podemos siempre aprender del pasado. Podemos cambiar la  historia aprendiendo las lecciones. Hay dos tipos de seres humanos: los  aprendices y las víctimas. Tú puedes optar por una u otra vía. Puedes  optar por dejar de ser víctima de tus creencias. Recuerda que ellas  también pueden ser dagas o cáncer, pueden ser fatales.
 
Tú  terminas convertido en aquello que crees de ti. Tú creas el universo en  el que crees. Si tú crees que eres culpable, te castigarás de mil  maneras. Si tú crees que no eres digno, te enfermarás. Podrías, sin  embargo, mirar al pasado, con ojos de presente, de presencia y de amor,  no para quedarte en el dolor de tu pasado, sino para aprender la lección  que dejaste de aprender.
 
Todas  las lecciones aprendidas te ayudan a disfrutar de la Presencia que  habita en tu presente. Los problemas los podemos volver a re-vivir desde  la consciencia y no desde la culpa o el condicion ami ento.
 
El  problema no es lo que nos pasó, el problema es cómo vivimos lo que nos  pasó. Si pudiéramos dejar el rol de la víctima, podríamos resolver esos  aspectos cruciales que siguen congelados en nosotros.
 
La  historia no es lo que pasó, sino la lectura que haces de ella. Si no  dejas ir a las cosas, éstas se siguen reflejando en tu fisiología, en  tus relaciones, en tu vida…, turbando tu felicidad.
 
La  sensibilidad nos puede liberar o nos puede matar. Si la abordamos desde  la posición de la víctima, se convierte en lágrimas de cocodrilo, en  sensiblería y nos predispone a la manipulación que es el terreno de la  inconsciencia. Eso no es una verdadera relación humana, pues hay  posesión, chantaje…
 
En  el terreno de la sensiblería todos somos víctima. ¡Que se acabe ese  territorio de la sensiblería y el chantaje emocional y asumamos nuestra  responsabilidad! Cuando nos duele la vida es que nos estamos  despertando. No necesitamos tantos analgésicos. De pronto, necesitamos  un dolor más grande para saber lo que éramos. De pronto, alguien  necesita ver la cara de la muerte para constatar el valor de su vida, de  su mujer, de su hijo… Tal vez tengamos que ver en la cama a nuestro  hijo, que tiene una leucemia, para experimentar que es una enfermedad  que no sólo tiene que ver con los glóbulos blancos, sino con la forma en  que nos comunicamos. Que no sólo tiene que ver con una radiación  ionizante, sino con nuestra agresividad, con nuestro desamor… No hay  nada más radiactivo que las emociones contenida, retenidas y reprimidas.
 
Un  día nos duele la vida y la vida nos dice que también es con nosotros y  nos acerca un dolor que es un despertador. Un día vemos la proximidad de  la muerte y ella nos enseña las lecciones más hermosas de la vida.
 
Un  dolor nos hace sensibles, nos ablanda. Todo fruto maduro es blando. El  amor deja de ser un amor duro y dominante y casi perfecto y se convierte  en ternura, entonces vuelves a nacer. La sensibilidad nos hace tiernos.  Los viejecitos se vuelven tiernos y les cuentan cuentos a los  nietecitos. Inician el c ami no de regreso, el c ami no de regreso es la  ternura.
 
En  el seno del caos renacemos. En el caos existe un vórtice de  sensibilidad infinita que nos permite transformarnos y emerger y con  ello, llega también la felicidad.
El  estado de emergencia es un estado de alerta intenso, de genuina  presencia, de éxtasis. Se trata de un estado en que, aún con todas las  perturbaciones, te encuentras contigo mismo. Paradójicamente, en el ojo  del huracán hay una infinita paz y adquieres un potencial infinito.
 
El  problema no es lo que ocurra fuera, si no lo que ocurre dentro de ti.  Es posible, aún con toda la turbulencia, que mantengas tu serenidad. La  serenidad es la paz profunda e inconmovible del ser que te permite  abordar los procesos de cambio sin resistencia.
 
He  ahí la tercera vía a la felicidad: no te resistas al cambio. Aprovecha  la oportunidad de cada crisis. Utiliza tu infinita sensibilidad.  Aprovecha las oportunidades que te brinda la vida para acceder a un  nuevo potencial. Aprovecha la bifurcación cuando la vida no vuelve a ser  igual. Aprovecha las semillas que la vida siembra en tu corazón, cuando  la vida te duele profundamente. Aprovecha el parto del caos para nacer a  un orden superior y así recrear y reinventar tu vida.
 
La  cuarta vía a la felicidad es la responsabilidad. A un animal no le  podemos pedir responsabilidad, pero sí a un ser humano. Responsabilidad  es una sensibilidad convertida en capacidad de responder. Tu evolución  está determinada por tu grado de responsabilidad.
 
¿A  qué respondes? ¿Respondes por tus actos, respondes por ti? ¿Respondes  al dolor ajeno? La responsabilidad es una condición esencial del amor.  El amor sin responsabilidad es lo más peligroso que hay en este mundo.  En nombre del amor hemos cometido las mayores barbaridades.
 
La  responsabilidad hace que el amor sea una verdadera respuesta a la  felicidad. El amor es reconocer lo esencial del otro. La responsabilidad  nos permite comunicarnos y corresponder. El amor nos lleva a un  universo maravilloso de correspondencias.
 
Todo  verdadero amor surge de la ami stad y toda genuina ami stad es  reciprocidad, es una vía que va en dos direcciones. Donde hay  reciprocidad hay resonancia, donde hay correspondencia hay correctas  relaciones humanas. Esa es la más maravillosa lección que vinimos a  aprender: correctas relaciones humanas. En ello somos todos aprendices.
 
Vinimos  a aprender a relacionarnos. No vinimos a aprender a ser ingenieros o  abogados. Esos son instrumentos para relacionarnos. El hombre es un ser  relacional y vinimos fundamentalmente a aprender relaciones humanas  respetuosas, responsables, liberadoras. No son relaciones sociales para  retenernos, para poseernos, para chantajearnos. Lo son para liberarnos y  completarnos.
 
Así  transformamos la ecología de la Tierra, que no es una ecología externa.  Lo que le pasa a la Tierra es lo que le está sucediendo al corazón del  hombre. Si yo abro mi corazón, abro la tierra dentro de mí. Si me amo y  amo a mis semejantes, amo también a la tierra, al paisaje y la  atmósfera. Y si amo con un amor puro no me cont ami naré. El  resentimiento es el agente cont ami nante.
 
El  amor liberador existe en la reciprocidad responsable. Amar es dar y  recibir. Hay más sabiduría en el saber recibir. A menudo nos neg amos a  recibir el regalo de la sonrisa, de la mirada del otro, por no  comprometernos, por no quedar en deudas. Necesitamos infinitas deudas de  amor como vía a la felicidad. La gratitud es esa habilidad que revela  tu propia luz.
 
La  quinta y última vía a la felicidad es la sencillez. La belleza es  sencilla. Sólo lo sencillo es integro, sólo lo que es integro nos  conduce a la unidad. La sencillez es transparencia, claridad, humildad,  honestidad. Nos permite bajar del pedestal y entrar en la corriente de  la gente.
 
Conquistar  el código de la sencillez en tu vida te lleva a ser feliz. No se trata  de ser el gigante de tus sueños, ni el enano de tus complejos… sino de  entrar en la corriente de la gente y sentirte uno con todos ellos.  Conquistar el código de la sencillez en tu vida es condición para ser  feliz, porque no tienes ninguna expectativa, porque así eres feliz con  todo y a pesar de todo. Esa felicidad te hace entrar en comunión con tu  humanidad. En esa comunión nos damos cuenta que somos la voz del  Creador, que a la vez somos co-creadores, llamados a recrear la  creación.
 
Estamos  aquí para conectarnos a la gran cadena de la vida, a esa gran cadena de  inteligencia cósmica, río de conciencia. Somos mediadores entre los  reinos inferiores y superiores de la naturaleza.
 
Cuando  somos sencillos reflejamos el Alma, no para la vida eterna, sino para  aquí y ahora en vivo y en directo. Ya no sólo comunicarnos, sino  fundirnos por el centro, de corazón a corazón y así entrar en esa  corriente de la evolución que pasa a través de nosotros para liberarse.
Autor: Jorge Carvajal Posada