 
 
			  				 				“La soja es naturalmente tóxica ya que contiene  antinutrientes y sustancias que alteran nuestros equilibrios hormonales.  Y en su procesamiento se añaden otros venenos. Además en su mayoría es  transgénica”.
 Alfredo Embid -coordinador de la Asociación de Medicinas Complementarias
  El  siguiente artículo publicado por la prestigiosa y honrada revista  Discovery Salud nos muestra que quizás el NEGOCIO de la Soja esconde  intereses económicos y estratégicos muy alejados de los tan cacareados  supuestos beneficios para la Salud. Lean esa información y saquen sus  propias conclusiones.
El  siguiente artículo publicado por la prestigiosa y honrada revista  Discovery Salud nos muestra que quizás el NEGOCIO de la Soja esconde  intereses económicos y estratégicos muy alejados de los tan cacareados  supuestos beneficios para la Salud. Lean esa información y saquen sus  propias conclusiones.
 DESPERTARES
 LA LECHE DE SOJA Y LOS PRODUCTOS ELABORADOS CON SOJA SIN FERMENTAR NO SON ACONSEJABLES
 En varias ocasiones hemos traído a nuestras páginas los  resultados de estudios realizados por diferentes instituciones de todo  el mundo según los cuales la soja reportaría innumerables e importantes  beneficios para la salud. Bien, pues son cada vez más los expertos que  afirman que los productos fermentados de soja -el miso, el tempeh, la  salsa de soja y el natto- se pueden ingerir pero con mucha moderación  porque si no también son dañinos pero no es en modo alguno aconsejable  tomar los que contienen ese alimento sin fermentar, leche de soja  incluida. No solo no tendrían las propiedades beneficiosas que se les  atribuye sino que pueden perjudicar gravemente la salud.
 Si el lector revisa en nuestra web –www.dsalud.com- la sección de Noticias  comprobará que en al menos nueve ocasiones nos hemos hecho eco de  estudios que aseguraban haber descubierto o confirmado alguna nueva  propiedad o indicación de la soja (aparecen en los números 7, 18, 23, 33, 62, 64, 101, 105 y 108). Incluso le dedicamos íntegra la sección de Alimentación del nº 48.  Bien, pues de la misma manera que en su momento dimos cuenta de los  resultados de las supuestas bondades de la soja queremos ahora recoger  los informes de otros estudios –algunos de ellos realizados hace años  pero de los que hemos tenido conocimiento recientemente- que ponen en  entredicho algunas de esas cualidades, especialmente en lo que a las  proteínas de la soja se refiere cuando ésta no han sido fermentada. Y es  que se asegura ahora que, en contra del mensaje interesado que durante  décadas ha estado lanzando la industria de la soja, en Oriente -de donde  este alimento es originario y donde según se nos ha hecho creer se  consume a diario en cantidades importantes, algo que se supone  explicaría la buena salud general de los orientales- no es consumida de  forma directa ni frecuente sino en pequeñas cantidades, de vez en cuando  y siempre transformada en subproductos fermentados.
 Por tanto todo indica que la soja sigue guardando secretos… o más  bien la industria que la comercializa que no quiere que lleguen a oídos  del consumidor algunos aspectos de este alimento oriental que podría  dañar seriamente su imagen y sus ventas.
 UNA VERDAD INCÓMODA
  “La  soja es naturalmente tóxica ya que contiene antinutrientes y sustancias  que alteran nuestros equilibrios hormonales. Y en su procesamiento se  añaden otros venenos. Además en su mayoría es transgénica”.Así de contundente se mostraba en junio de 2005 Alfredo Embid -coordinador de la Asociación de Medicinas Complementarias- en un artículo publicado en la revista Medicina Holística que básicamente resumía lo contenido en los numerosos textos científicos publicados en Soy Online Service (invitamos al lector a leerlos en su web -www.soyonlineservice.co.nz/home.html- o en la de la Asociación de Medicinas Complementarias: www.amcmh.org).  Un texto en el que Embid desmintió ya entonces gran parte de las  afirmaciones que sobre la soja hace la industria alimentaria desde hace  décadas. Como la de que se consume de forma habitual y masiva desde hace  milenios en Oriente cuando como Embid decía en su texto “un estudio  del uso histórico de la soja en Asia muestra que sólo fue usada por los  pobres. Éstos, cuando no tenían nada que comer, consumían frijoles de  soja pero preparándolos cuidadosamente para destruir antes todas sus  toxinas”. Asimismo explicaría que la soja sólo se consumía tras su fermentación. Según él en Asia la soja “es  sólo un complemento alimenticio que se utiliza fundamentalmente como  condimento en forma de salsa de soja y en otros productos fermentados  que ni se comercializan ni se toman apenas en Occidente como el miso, el  tempeh o el natto”.
“La  soja es naturalmente tóxica ya que contiene antinutrientes y sustancias  que alteran nuestros equilibrios hormonales. Y en su procesamiento se  añaden otros venenos. Además en su mayoría es transgénica”.Así de contundente se mostraba en junio de 2005 Alfredo Embid -coordinador de la Asociación de Medicinas Complementarias- en un artículo publicado en la revista Medicina Holística que básicamente resumía lo contenido en los numerosos textos científicos publicados en Soy Online Service (invitamos al lector a leerlos en su web -www.soyonlineservice.co.nz/home.html- o en la de la Asociación de Medicinas Complementarias: www.amcmh.org).  Un texto en el que Embid desmintió ya entonces gran parte de las  afirmaciones que sobre la soja hace la industria alimentaria desde hace  décadas. Como la de que se consume de forma habitual y masiva desde hace  milenios en Oriente cuando como Embid decía en su texto “un estudio  del uso histórico de la soja en Asia muestra que sólo fue usada por los  pobres. Éstos, cuando no tenían nada que comer, consumían frijoles de  soja pero preparándolos cuidadosamente para destruir antes todas sus  toxinas”. Asimismo explicaría que la soja sólo se consumía tras su fermentación. Según él en Asia la soja “es  sólo un complemento alimenticio que se utiliza fundamentalmente como  condimento en forma de salsa de soja y en otros productos fermentados  que ni se comercializan ni se toman apenas en Occidente como el miso, el  tempeh o el natto”.
 Respecto a las fórmulas de soja para alimentar a bebés que cada vez  son más empleadas en Occidente alegando que así se hace en los países  orientales Embid lo desmiente igualmente: “Las fórmulas de leche de soja rara vez se usaban en Asia para alimentar a los niños”. Y para apoyar su afirmación recuerda que “ya en un escrito de 1930 el doctor Ra Guy, del departamento de Salud Pública de la Facultad de Medicina de Pekín (China), se dice que nunca  se ha usado leche de soja para alimentar a los niños en Pekín. Esa  fórmula no se hace en las casas sino que es vendida en las calles como  una bebida caliente rica en proteínas siendo usualmente bebida por  ancianos en vez de té. La leche de soja, aparte de ser dañina para los  niños, es difícil de preparar’”.
 En cuanto a la afirmación de que “la soja es un alimento que sustituye a las proteínas de los productos de origen animal” Embid aclara que “la  soja es muy rica en proteínas pero es relativamente pobre en el  aminoácido azufrado cistina, precursor de la cisteína, del glutatión y  de la taurina. Además su procesamiento a altas temperaturas tiene el  desafortunado efecto secundario de desnaturalizar la lisina y los demás  aminoácidos”.
 Por lo que respecta a lo sostenido por la industria acerca de que “la soja contiene ácidos grasos omega 3 beneficiosos” Embid responde que “los  procesos de elaboración de la mayoría de los productos a base de soja  se desarrollan a altas temperaturas que desnaturalizan los ácidos grasos  poliinsaturados y producen ácidos grasos trans-inactivos”.
 También añade, en contra de la idea de que contiene nutrientes de fácil asimilación, que “la soja induce una marcada descalcificación, es deficitaria en hierro -lo que puede llevar a la anemia-,deficitaria en vitamina B12,deficitaria en tiamina o vitamina B1 -se han dado casos de bebés alimentados con fórmulas de soja con beriberi grave- y deficitaria en el aminoácido lisina”.
 Además la soja contiene diversos antinutrientes. Embid menciona entre ellos “los  inhibidores de enzimas digestivos (inhibidores de la proteasa) como la  tripsina y otros necesarios para la digestión de proteínas”. Explicando luego que“los  inhibidores de la tripsina y la hemaglutinina son además inhibidores  del crecimiento. Y los inhibidores de la proteasa han sido acusados de  provocar problemas pancreáticos”. De hecho Soy Online Service publica los resultados de un estudio realizado con ratas según el cual “niveles  elevados de exposición a los inhibidores de la proteasa causan cáncer  pancreático mientras niveles moderados provocan que el páncreas de la  rata sea más susceptible a los agentes cancerígenos”.
 También serían antinutrientes contenidos en la soja según Embid “el  ácido fítico presente en un grupo de sustancias denominado fitatos que  están presentes en el salvado o la cáscara de todas las semillas. Los  fitatos son quelantes, es decir, pueden unirse a iones metálicos y  bloquear la asimilación y la biodisponibilidad de minerales esenciales:  calcio, magnesio, cobre, hierro y, especialmente, zinc”. Dato que  debe ser tenido especialmente en cuenta por los vegetarianos y por las  madres que alimentan a sus bebés con fórmulas a base de soja.
 Otro motivo de alarma sería el hecho, según explica Embid, de que “se  ha comprobado que las fórmulas infantiles basadas en la soja pueden  contener hasta 200 veces más manganeso que la leche de lactancia natural  y como su exceso se acumula en los órganos internos, incluyendo el  cerebro, podría producir daños”.
 Al respecto Soy Online Service da una cifra concreta: “Alrededor  del 8% del exceso de manganeso de la dieta es almacenado en el cerebro,  muy cerca de las neuronas que producen dopamina, responsable en parte  del desarrollo biológico adolescente. Las implicaciones de ello son que  uno de cada ocho bebés alimentados con fórmulas de soja durante los  primeros seis meses de vida podría tener riesgo de sufrir alteraciones  cerebrales y de comportamiento que no se hacen evidentes hasta la  adolescencia”. De ahí que esa institución considere que se está  poniendo innecesariamente en riesgo la adecuada actividad tiroidea de  los bebés alimentados con fórmulas de soja, cuestión a la que dedica  varios artículos que el lector interesado podrá encontrar fácilmente en  su web o resumidos en el texto Fórmulas infantiles a base de soja: hay motivos para preocuparse que firmado por los doctores Sue Dibb y Mike Fitzpatrick se publicó en el nº 72 de Medicina Holística.
 No puede por ello extrañar que enSoy Online Service se llegue a afirmar: “Es  irresponsable que los fabricantes de fórmulas de soja continúen  arriesgando las tiroides de los bebés con su negativa a eliminar las  isoflavonas de sus productos”. Añadiendo:“Es absolutamente  irresponsable y un signo de corrupción moral anunciar los beneficios  anticancerígenos de la soja sin hacer mención alguna de que existen  otros riesgos para la salud”. De ellos sí habla en cambio Alfredo Embid cuando dice: “La  soja, incluso aunque no sea transgénica, produce numerosas patologías;  están documentadas en la literatura científica desde hace años”. Y añade: “La  industria de la soja no puede excusarse ya que sabe que la soja es  patógena desde hace decenas de años. Por ejemplo, sabe que la soja  contiene agentes bociógenos desde hace más de 60 años”.
 Embid hace un amplio resumen de todos estos problemas en su texto que reproducimos por su interés e importancia: “La soja produce:
 -“Alteraciones alérgicas -especialmente en niños-y casos de alopecia.  La proteína de soja se encuentra en el segundo lugar de la lista de  alimentos que producen alergias y genera el 25% de las reacciones  graves”.
 -“Alteraciones del sistema nervioso”. Entre ellas un envejecimiento acelerado del cerebro. De hecho menciona que “un  estudio realizado por el Centro Epidemiológico de Hawai (Estados  Unidos) durante más de 30 años sobre 7.000 hombres demostró que el tofu  aceleraba la pérdida de peso cerebral en personas de edad y que cuanta  más soja tomaban peores eran sus habilidades mentales”.
 -“Alteraciones del comportamiento. Como aumento  de la ansiedad, del estrés, disminución de los comportamientos  sociables, aumento del comportamiento agresivo y, paradójicamente,  también del comportamiento de sumisión en animales alimentados con  soja”.
 -“Alteraciones del sistema inmunitario. La  genisteína (una de las proteínas de la soja) tiene efecto inmunosupresor  y produce alteraciones atróficas del timo. La exposición a  fitoestrógenos durante el embarazo y la lactancia se ha relacionado con  la aparición de enfermedades autoinmunes en los niños”.
 -“Alteraciones endocrinas. En estudios que datan  de la década de los 50 del siglo pasado ya se demostró que la soja  causa trastornos endocrinos en animales”. Y entre esas alteraciones endocrinas cita alteraciones del páncreas (“los niños alimentados con fórmulas de soja tienen el doble de diabetes”) y alteraciones del tiroides (“la  soja contiene sustancias que debilitan la función de la glándula  tiroides · Es bociógena. La genisteína es un inhibidor de la peroxidasa  tiroidea más poderoso que los medicamentos normales anti-tiroideos”). Y añade que “se ha descrito aumento de la TSH hipofisiaria (siglas en inglés de la hormona tirotropina) en respuesta a su acción antitiroidea, bocio difuso, hipotiroidismo (con  sus síntomas asociados: estreñimiento, letargia, fatiga, etc,),  tiroiditis autoinmune subaguda (los niños alimentados con fórmulas a  base de soja tiene el triple de enfermedades autoinmunes del tiroides,  según un estudio del Departamento de Pediatría del Hospital Universitario Cornell de North Shore Manaste, Nueva Cork , Estados Unidos) y hasta cáncer de tiroides”.  Continúa luego explicando Embid en su artículo que al inhibir la  peroxidasa tiroidea –necesaria para fabricar las hormonas tiroideas  T3-T4- “la genisteína causa daño irreversible a las enzimas que sintetizan las hormonas de la tiroides”.
 Otro dato relevante a este respecto es que ya en 1988 el doctor Theodore Kay de la Facultad de Medicina de la Universidad de Kyoto (Japón), señalaría que “sabemos  desde hace medio siglo que las ratas y los humanos alimentados con soja  -especialmente los niños y las mujeres- sufren agrandamientos de la  tiroides”.
 Asimismo, dentro de estas posibles alteraciones endocrinas que podría provocar la soja no fermentada Alfredo Embid recuerda que “contiene  fitoestrógenos cuya acción se puede combinar con otros disruptores  endocrinos y xenoestrógenos responsables de alteraciones en las hormonas  sexuales, alteraciones del comportamiento sexual, aparición de la  pubertad precoz, anomalías congénitas del tracto genital masculino (de hecho, como publica el Soy Online Service,  la mayor incidencia de este tipo de defectos se ha registrado en bebés  varones nacidos de madres vegetarianas consumidoras de soja), disminución de la fertilidad y disminución de andrógenos”. A lo que habría que sumar que “hay pruebas de que las isoflavonas de la soja genisteína y daidzeína son genotóxicas para el esperma humano”.
 -“Aumento de malformaciones en el nacimiento. Como criptorquideas, hipospadias, espina bífida, piernas deformes o ausencia de algún órgano y abortos”. A este respecto el Soy Online Service recoge los resultados de las investigaciones llevadas a cabo por la Universidad John Hopkins (EEUU) que apoyan “la  potencial conexión entre el consumo de isoflavonas durante el embarazo,  las alteraciones tiroideas y los defectos de nacimiento”.
 -“Alteraciones del material genético. Se han  descrito alteraciones de los mecanismos reparadores naturales de las  aberraciones cromosómicas y otras alteraciones negativas del ADN”.
 Embid también es rotundo a la hora de desmitificar la creencia de que el consumo de soja previene el cáncer: “El consumo de soja –afirma- no sólo no previene el cáncer sino que puede fomentar los cánceres ginecológicos y tiroideos”. Asegurando que se han descrito en la literatura científica “cáncer  de páncreas, mayor tasa de cáncer y leucemia infantil, mayor riesgo de  desarrollar cáncer de mama, aumento de cánceres de la vulva, aumento del  riesgo de cáncer en la glándula tiroides, aumento de la incidencia de  hiperplasia endometrial (estadío precursor del cáncer de útero) y  aumento del riesgo de cáncer en la glándula tiroides”. Todo ello porconsumir soja.
 Además recuerda que en el procesamiento industrial de la soja se  produce lisinealina -sustancia cancerígena- y que los solventes  utilizados dejan otros residuos cancerígenos como el hexano.
 Cabe añadir que hay otros artículos en la web de Soy Online Service que recogen resultados de nuevas y preocupantes investigaciones. Por ejemplo la del doctor Craig Dees -del Laboratorio Nacional de Oak Ridge (California, EEUU)- que ha encontrado que “las isoflavonas de la soja hace que se reproduzcan las células cancerosas de mama” por lo que concluye que “las mujeres no deben tomar productos derivados de la soja”.
 Y resultados similares obtendría el doctor William Helferich -de la Universidad de Illinois (EEUU)- quien afirma que “existe  la posibilidad de que la genisteína en la dieta estimule el crecimiento  de tumores dependientes del estrógeno en los humanos con bajos niveles  de estrógeno endógeno circulando tales como los encontrados en las  mujeres postmenopáusicas”.
 Tampoco está claro, según Embid, que la soja reduzca el colesterol y  el riesgo de padecer enfermedades cardiovasculares pues este alimento“contiene  hemaglutininas, unas sustancias que promueven la formación de coágulos  sanguíneos responsables de accidentes cerebrovasculares, trombosis,  etc.”
 Bien, pues a todo esto habría que añadir que casi el 95% de la soja  que llega a nuestras mesas es transgénica por lo que los productos  derivados de ella serían aún más tóxicos y las consecuencias de su  consumo impredecibles. “Se ha comprobado experimentalmente –explica Embid en su artículo- que  el ADN transgénico ingerido en alimentos se puede recombinar en el  estómago y el intestino humanos transfiriendo a las bacterias de la  flora intestinal propiedades de las plantas transgénicas como, por  ejemplo, la resistencia a antibióticos”.
 ADVERTENCIAS “DESDE DENTRO”
 Agregaremos que uno de los mayores  ataques que ha recibido la industria de la soja es la carta de protesta  firmada por dos científicos de la propia FDA norteamericana con la que  en 1999 trataron de impedir que ese organismo avalara sus presuntos  beneficios o, al menos, conseguir que se incluyeran advertencias sobre  su consumo en las etiquetas de todos los productos que la contuvieran.  Vano intento. Nos referimos a Daniel Sheehan –por entonces director del Programa Básico de Estrógenos de la División de Toxicología Genética y Reproductiva de la FDA- y a Daniel Doerge -que en ese momento ocupaba igualmente un alto cargo en la División de Toxicología Bioquímica de la organización-. Dirigida al Departamento de Salud y Servicios Humanos de la propia FDA en ella se decía, entre otras cosas, que “existe evidencia abundante de que algunas isoflavonas que se encuentran en la soja, incluyendo la genisteína y el equol -un metabolito de la daidzeína-, tienen efectos tóxicos en tejidos sensibles a los estrógenos y en la glándula tiroidea”  a la par que recordaban que desde 1988 la FDA tenía en su poder un  informe remitido por el Gobierno británico sobre los fitoestrógenos de  la soja en el que ya se afirmaba que “no habían logrado encontrar evidencia de sus beneficios” y de paso advertían sobre sus “potenciales efectos adversos”.  Por si todo ello fuera poco la FDA tenía conocimiento desde 1991 de que  investigadores japoneses habían descubierto que el consumo de una  cantidad tan pequeña como 30 gramos o 2 cucharadas de soja al día  durante un mes conduce a un incremento significativo de la ya mencionada  hormona hipofisiaria tirotropina. Además algunos de los voluntarios del  estudio desarrollaron bocio difuso e hipotiroidismo y varios más se  quejaron de estreñimiento, fatiga y letargia. Años después  investigadores del propio Centro Nacional para Investigación Toxicológica  de la FDA para el que trabajaban Sheehan y Doerge hicieron el  embarazoso “descubrimiento” de que las sustancias que provocaban el  bocio eran efectivamente esas isoflavonas.
 Tiempo después Sally Fullon –periodista especializada en investigación y autora de varios libros además de presidenta de la Fundación Weston A. Price,  institución sin ánimo de lucro que publica estudios e informes sobre  nutrición y salud humana- recogería el testigo de Sheehan y Doerge y, de  hecho, lleva años denunciando las estratagemas de la industria de la  soja y la pasividad cómplice de las autoridades. Como que la industria  venda la soja al consumidor de alto poder adquisitivo “no como una  comida barata sino como una sustancia milagrosa que previene las  enfermedades coronarias y el cáncer, elimina los sofocos en la  menopausia, fortalece los huesos y nos mantiene siempre jóvenes. Para  ello la competencia –carne, leche, queso, mantequilla y huevos- ha sido  debidamente demonizada en los organismos gubernamentales. La presión  para introducir más soja ha sido implacable desde entonces y su alcance  global hasta el punto de que la proteína de soja se encuentra ya en la  mayoría de los panes de los supermercados. La publicidad ha sido tan  eficaz que la venta de productos de soja es hoy notable cuando hace sólo  unas décadas ni siquiera se consideraba adecuada para comer ni en  Asia”. En su denuncia explica asimismo que en realidad “los  chinos no comen productos de soja no fermentados -como sí hacen en el  caso de otras legumbres como las lentejas- porque contienen grandes  cantidades de toxinas naturales o antinutrientes que son potentes  inhibidores de la tripsina y otras enzimas necesarias para la digestión  de las proteínas. Tales inhibidores son proteínas grandes y compactas  que no se desactivan al cocinarlas y pueden producir graves desórdenes  gástricos, digestión incompleta de las proteínas e insuficiencia crónica  en la absorción de aminoácidos. En animales de laboratorio dietas altas  en inhibidores de tripsina causan agrandamiento del páncreas y otras  condiciones patológicas, cáncer incluido”.
 En su web -www.westonaprice.org- Fullon habla luego de otros componentes de la soja potencialmente dañinos. Es el caso de la hemaglutinina , “una sustancia coaguladora que hace que los glóbulos rojos se junten”. Y añade:“Tanto  los inhibidores de tripsina como los de hemaglutinina son inhibidores  del crecimiento. Ratas destetadas alimentadas con soja que contenía  dichos nutrientes no conseguían crecer normalmente. Los componentes que  inhiben el crecimiento se desactivan durante el proceso de  fermentación”.
 En cuanto al antes mencionado ácido fítico que puede bloquear la absorción de minerales explica que es “altamente  resistente a las técnicas normales de reducción de fitatos con métodos  de cocción lenta a baja temperatura. Por tanto los vegetarianos que  consumen tofu como sustitutivo de la carne y de los productos lácteos se  arriesgan a sufrir graves déficits de minerales. Los resultados de  déficits de calcio, magnesio y hierro son bien conocidos pero no tanto  los que provoca un déficit de zinc. Y a éste se le conoce como el  mineral inteligente porque se necesita para un óptimo desarrollo y  funcionamiento del cerebro y del sistema nervioso. Bueno, pues los  fitatos presentes en la soja interfieren con la absorción del zinc más  que en otros minerales. Sólo un largo periodo de fermentación reduce  significativamente el contenido de fitatos de la soja”. Luego continúa explicando: “En  experimentos dietéticos se ha comprobado que el uso de concentrado de  proteínas de soja incrementa en el organismo las necesidades de  vitaminas B12, D, E y K”.
 Fullon arremete igualmente contra los mitos recientemente creados  sobre la soja. Especialmente contra los que dicen que su ingesta ayuda  frente al exceso de colesterol, el cáncer o la osteoporosis. Respecto  del colesterol afirma que las evidencias científicas de la capacidad de  la soja para reducir el colesterol derivan en su mayoría de un  metaanálisis realizado en 1995 por el doctor James Anderson solo que el mismo -se publicó en The New England Journal of Medicine- lo patrocinó la empresa Protein Technologies International.Y en cuanto a sus resultados explica que “el informe publicado sugiere  que los individuos con un nivel de colesterol superior a 250 mg/dl  experimentaron una reducción significativa de entre un 7 y un 20% al  sustituirles la proteína animal por la de soja mientras en personas con  un nivel de colesterol inferior a 250 mg/dl la reducción era en cambio  insignificante. Y eso implica que en el caso de la mayoría de las  personas comerse una hamburguesa vegetal en lugar de un filete no va a  reducir su nivel de colesterol”.
 Fullon denuncia asimismo el que compañías que comercializan proteínas de soja afirmen cosas como “además  de proteger el corazón la soja ha demostrado tener poderosas  propiedades anticancerígenas. Los japoneses, que comen 30 veces más soja  que los norteamericanos, tienen una incidencia menor de cánceres de  pecho, útero y próstata”. Un “argumento” al que esta investigadora responde que “eso  podría ser cierto pero también que los japoneses y los asiáticos en  general tienen unos niveles más altos de otros tipos de cáncer; en  concreto de esófago, estómago, páncreas e hígado. Los asiáticos de todo  el mundo presentan también altos niveles de cáncer de tiroides. Así que  la misma lógica que deduce que hay un nexo de unión entre los bajos  niveles de esos cánceres y el consumo de soja requiere también que se  atribuya a la soja los altos niveles de cánceres de tiroides y del  sistema digestivo; especialmente cuando se sabe que la soja provoca esos  cánceres en ratas de laboratorio” (en este sentido cabe explicar  además algo importante: en Japón el consumo de soja no fermentada es muy  escaso pues supone menos de dos cucharaditas al día).
 Fullon recuerda que las supuestas propiedades anticancerígenas de la soja se deben a un metaanálisis hecho en 1994 por Mark Messina -médico y profesor adjunto en la Universidad de Loma Linda (California, Estados Unidos)- que se publicó en Cáncer y Nutrición y cuenta: “Messina  apuntó que de 26 estudios con animales en el 65% se encontraron efectos  protectores de la soja. Pero de forma claramente interesada pasó por  alto incluir un estudio según el cual la soja provoca cáncer de  páncreas. Además en los estudios humanos citados los resultados estaban  mezclados. Unos pocos mostraban algunos efectos protectores pero la  mayoría no mostraban ninguna correlación entre el consumo de soja y las  tasas de cáncer”. Fullon explica luego que por eso su conclusión fue que “los  datos de este estudio no pueden ser usados como base para afirmar que  un incremento del consumo de soja reduce los riesgos de padecer cáncer”.  Bueno, pues resulta que Messina escribiría luego un libro titulado La soja y tu salud en  el que con total desfachatez afirmaba justo lo contrario y recomendaba  tomar una taza o 230 gramos de productos de soja al día “como cantidad óptima para prevenir el cáncer”.
 Por lo que se refiere a la osteoporosis Fullon afirma que “la  aseveración de que la soja previene la osteoporosis resulta  extraordinaria ya que bloquea la absorción de calcio y causa déficit de  vitamina D. Si los asiáticos tienen niveles más bajos de osteoporosis  que los occidentales –explica-es porque su dieta es rica en  vitamina D procedente de las gambas, el tocino y los mariscos así como  del abundante calcio contenido en los caldos hechos con huesos”.  No se debería pues a la soja.
 Fullon analizaría también qué pasa cuando se alimenta a bebés con soja. Y escribe: “Aproximadamente el 25% de los niños que no son amamantados en Estados Unidos toman  sustitutivos a base de soja, un porcentaje mucho mayor que en otras  zonas del mundo. Y se ha calculado que un bebé alimentado exclusivamente  con este tipo de sustitutivo de la leche recibe el equivalente en  estrógenos –respecto a su peso corporal- de al menos cinco píldoras  anticonceptivas al día”. Realmente inconcebible. Y agrega al respecto: “Para  muchos investigadores los futuros patrones de orientación sexual pueden  verse también influidos por esta exposición temprana a hormonas. Además  es alarmante el número de casos de niñas alimentadas con soja cuando  eran lactantes que alcanzan la pubertad mucho más temprano de lo normal.  Temprana maduración de las niñas que  normalmente provoca más tarde  problemas en el sistema reproductivo, incluidos problemas con la  menstruación, con la infertilidad y con el cáncer de mama”.
 Terminamos indicando que según el doctor Lon White –especialista en Medicina Geriátrica de la Escuela de Medicina John A. Burns de la Universidad de Hawai  (Estados Unidos)- hay una relación significativa entre el consumo  diario de dos o más raciones de tofu y una aceleración del  envejecimiento cerebral. El estudio que efectuó constataría entre las  personas estudiadas que quienes habían consumido habitualmente soja en  su edad adulta tenían sus capacidades cognitivas más disminuidas y mayor  incidencia de alzheimer y demencia. “Aquellos que comieron tofu –llegaría a afirmar-parecían cinco años más viejos al llegar a los 75 o 80”.  White y sus colaboradores atribuyeron esos efectos negativos a las  isoflavonas de la soja. Los resultados confirmarían así los de otro  estudio anterior que constató que las mujeres postmenopáusicas con altos  niveles de estrógenos en sangre experimentaban mayor declive cognitivo  que las que no ingerían isoflavonas de soja.
 Resumiendo, la industria alimentaria sabe desde hace años que la soja  –incluida la que no es transgénica- contiene toxinas y antinutrientes  que pueden perjudicar la salud pero se ha limitado a pregonar sus  bondades ocultando interesadamente los datos que podrían estropearle el  negocio. Hoy, gracias a las voces de algunos disidentes, los  consumidores empezamos a ser conscientes de que los procesos  industriales no logran eliminar completamente los agentes patógenos que  contienen como aseguran los vendedores de productos de soja.
 En suma, son cada vez más los expertos que afirman que los productos  fermentados de soja -el miso, el tempeh, la salsa de soja y el natto- se  pueden ingerir pero con mucha moderación porque si no también son  dañinos pero no es en modo alguno aconsejable ingerir los productos que  contienen ese alimento sin fermentar, leche de soja incluida.
 Fuente: DISCOVERY SALUD