Investigación examina efectos de los alimentos genéticamente modificados en la salud animal, encontrando que el maíz producido por Monsanto afecta hígado, riñones, corazón y otros órganos
En un estudio publicado en el International Journal of Biological Sciences, investigadores franceses analizaron tres variedades de maíz genéticamente modificado y producido por Monsanto que actualmente se encuentran aprobadas para su consumo en Estados Unidos, Europa y muchos otros países. El problema es que de acuerdo con el susodicho estudio, estas variedades de maíz, como muchos de los alimentos genéticamente modificados, afectan la salud de los mamíferos cuando se incluyen en la dieta diaria, en este caso en particular los alimentos de Monsanto se relacionan con daño de órganos en ratas. Y si bien el gigante de los transgénicos se defiende con sus propias investigaciones, mismas que solo toman 90 días, después de los cuales la empresa da por bueno cualquiera de los alimentos que produce si estos no provocan efectos dañinos visibles en los sujetos de experimento, al menos en este caso la aprobación por parte de las autoridades sanitarias de cada país parece a todas luces prematura. En cuanto a las consecuencias específicas que el consumo de semillas Mon 863, Mon 810 y NK 603 implicó en las ratas analizadas, las más notables fueron en las funciones del hígado y los riñones, los órganos principales en cuanto a desechar sustancias tóxicas se refiere, pero también resultaron afectados el corazón, el bazo, las glándulas suprarrenales en incluso las células sanguíneas. Concluimos —escriben los científicos en el artículo donde dan a conocer los resultados de su investigación— que nuestros datos sugieren fuertemente que dichas variedades de maíz genéticamente modificado inducen un estado de toxicidad hepato-renal […]. Estas sustancias nunca han sido parte integral de la dieta humana o animal y por lo tanto sus consecuencias en la salud para aquellos que las consuman, especialmente por extensos períodos de tiempos, son todavía desconocidas.
(Fuente: Vanguardia)
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Bruno Dobrusin (ACTA)
El método se repite de un campesino a otro, sin importar la distancia geográfica a la que se encuentren, ni la cultura a la que pertenezcan. Vacían la botella de pesticida en sus gargantas como si fuera agua ahogando sus penas y miserias, esperanzados de transitar hacia una vida mejor, o al menos poder escapar de la miseria en vida. 250.000 campesinos se suicidaron en India desde 1995 hasta el 2010 (fecha del último dato estadístico), lo que constituye una de las catástrofes sociales más impactantes, y menos conocidas, de la actualidad en India.
El periodista y escritor P. Sainath, editor de asuntos rurales del periódico The Hindu, a puesto la lupa sobre el tema desde las primeras estadísticas que mostraron que la masividad de suicidios de campesinos es la expresión más clara de la crisis agraria en la que se encuentra India. Desde 1992 en adelante, bajo la denominada LPG (Liberalización, Privatización y Globalización) los sucesivos gobiernos de India empujaron un proceso de reformas neoliberales, similar al implementado en otros lugares del mundo, con la gran diferencia que en India el proceso no ha cesado desde entonces.
El gran perjudicado fue la agricultura, y por ende los campesinos. Desde que comenzó el proceso de liberalización en 1992, los fondos hacia el sector agrícola cayeron drásticamente, junto con la contribución de la agricultura al total del Producto Bruto Interno (PBI). Se desmantelaron sistemas de apoyo básicos a los precios, subsidios a los pequeños y medianos productores y sistema de distribución de alimentos estatales. La agricultura pasó de representar cerca del 60 por ciento del PBI en 1960, a menos del 20 por ciento en la actualidad. Sin embargo, la población que vive de la agricultura disminuyó sólo en un 10 por ciento. Es decir que el total del ingreso se redujo en 2/3, mientras que la población dependiente de ese ingreso cayó en menos de 1/10.
Uno de los principales cambios en la agricultura de India fue (y es) la introducción de la producción Genéticamente Modificada (GM). Con la promesa de incrementar la producción, y tener mejor acceso a los mercados mundiales de commodities, las grandes multinacionales de la producción GM, con Monsanto a la cabeza, otorgaron subsidios y promociones para aquellos productores que no tuvieran capacidad de afrontar la siembra por su propia cuenta pudieran favorecerse de los beneficios del nuevo boom agrícola. Sin embargo, la dependencia que generaron los pesticidas y fertilizantes agravó la situación económica de los campesinos una vez que las ofertas iniciales fueron retiradas. Sumado a esto, el desmantelamiento del crédito bancario estatal, llevado a cabo a partir de 1992, hizo renacer a los viejos prestamistas con tasas impagables para los más pobres. No sólo que se endeudaron para producir, sino que tampoco podían comer lo que producían. La principal cosecha GM producida en India en la actualidad es el algodón.
Algodón que no puede competir con la misma producción subsidiada por el gobierno de Estados Unidos, que se incrementó con el levantamiento de barreras comerciales.
Sin poder pagar las deudas, pierden sus tierras a manos de prestamistas y bancos privados; sin poder comer lo que producen, sufren hambre a costa de producir para un mercado que no los llevó a la riqueza prometida. Así se encuentran millones.
Las contradicciones no cesan. De los 250.000 suicidios hasta hoy, las 2/3 partes se registraron en los estados de Andra Pradesh, Madhya Pradesh, Karnataka, Chattisgarh y Maharastra. De los cinco, cuatro son considerados como los “estados SEZ”, Zonas Económicas Especiales, donde los gobiernos promueven áreas de libre comercio donde no rigen derechos laborales ni intercede el Estado. Representan la “Nueva y Brillante India”. El último, Maharastra, que hospeda la industria de Bollywood en su capital Mumbai, es el estado más rico del país, y sin embargo el que mayor número de suicidios campesinos acumulados tiene (50.000, un quinto del total). Para redondear el mensaje, el ministro de Agricultura del país, Sharad Pawar, es un histórico dirigente de Maharastra, con pasado como primer ministro de ese estado.
En los últimos años, la masividad de los suicidios campesinos comenzó a tomar notoriedad en la discusión pública en India. El gobierno tomó nota de la situación y puso manos a la obra para solucionar el problema. Implementó una política de condonación de deuda y remuneraciones para las familias de quienes cometan suicidios. El único año del que se tienen datos sobre la efectividad del programa es 2005 en donde, de los más de 17.000 suicidios, sólo 273 casos fueron elegibles para la compensación. Casi un chiste.
En palabras del entonces ministro de Finanzas y actual primer ministro, Manmohan Singh, “la India agraria tiene que ser transformada en una economía moderna y viable”. Qué pensarán de la viabilidad y modernidad actual las familias de los 250.000 muertos?
Ilustraciones: deesilustrations.com
http://bloglemu.blogspot.com/
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