Aunque cueste creerlo, esta terapia se sigue utilizando en todo el mundo. Hasta hay quien apela a ella para "curar" la adicción a Internet. A pesar de su mala fama, el método tiene defensores
El paciente se acuesta sobre la camilla. Los enfermeros le atan el cuerpo, las piernas y los brazos con cinturones para evitar que se suelte o que se dañe cuando empiecen los espasmos. Le abren la boca y le introducen un protector, así no se morderá la lengua ni se romperá los dientes. Le aprisionan la cabeza con pinzas, conectadas a una fuente. Cuando se baja la palanca las descargas eléctricas atraviesan el cuerpo del paciente, que empieza a convulsionar.
Esta terrorífica escena con la que el imaginario colectivo asocia una sesión de electroshock quedó inmortalizada en clásicos del cine como Atrapado sin salida, de Milos Forman y protagonizada por Jack Nicholson (video) o Vida en familia, de Ken Loach. Pero, para tranquilidad del público, ese cuadro está ya muy alejado de la manera en la que hoy se aplica esta técnica en la mayoría de los casos (ver fotos relacionadas).
"El electroshock ya no se realiza con la imagen que se tiene de las películas", afirma el doctor Enrique De Rosa, psiquiatra y neurólogo de la Universidad de Buenos Aires. Por lo pronto, para desterrar el miedo, ahora se lo llama Terapia Electroconvulsiva (TEC) y se lo suele aplicar en un quirófano, con anestesia general y con muchas precauciones destinadas a evitar todo efecto colateral.
"Esta terapia se sigue utilizando en casi todo el mundo y de manera habitual, pero como último recurso, cuando todos los otros tratamientos fracasaron", afirma Juan Cristóbal Tenconi, psicoanalista y psiquiatra, presidente del Capítulo de Psiquiatría de Interconsulta de la Asociación de Psiquiatras Argentinos.
A pesar de la mala fama que se ganó a partir de denuncias de que su uso en los manicomios se fundaba en la voluntad de disciplinar a los pacientes díscolos, cada vez más psiquiatras se animan a defender su aplicación. Si bien a causa de esa imagen oscura no hay estadísticas rigurosas, según el Hospital General de Massachussets, anualmente se practican alrededor de un millón de sesiones de electroshock en todo el mundo.
¿Qué es y cómo funciona?
"El descubrimiento fue empírico, porque se veía que pacientes psicóticos con convulsiones mejoraban. Entonces, (el neurólogo italiano) Ugo Cerletti pensó que generando una convulsión artificial se podría lograr ese efecto", cuenta Harry Campos Cervera, médico psiquiatra y miembro titular en función Didáctica de la Asociación Psicoanalítica Argentina y de la Asociación Psicoanalítica Internacional.
El electroshock induce descargas eléctricas en el cerebro del paciente con el objeto de producir "transformaciones electroquímicas en las células nerviosas que, a su vez, se traducen en síntesis de proteínas que modifican los neurotransmisores involucrados en la patología", agrega.
"Utilizando una metáfora, es como si se resetearan las neuronas", explica Tenconi.
¿En qué casos se emplea?
Es aquí donde se verifica el mayor cambio en la práctica del electroshock, es decir, en qué cuadros patológicos se prescribe su aplicación. Mientras hace algunas décadas se hacía un uso bastante indiscriminado de esta técnica, hoy ya no es tan así.
"Se usaba mucho, diría que hasta los 70 era una herramienta muy implementada en todas las clínicas psiquiátricas. Se aplicaba sin un conocimiento muy amplio", admite el doctor Campos, quien explica que ahora se realiza en escenarios excepcionales, ante cuadros severos de esquizofrenia, trastornos bipolares y depresiones agudas, con serios riesgos de suicidio y cuando ninguna medicación da resultado. "Ésa es una de las pocas aplicaciones que se justifica hoy en día, porque hay psicofármacos bastante eficaces. Yo hace 30 años que no lo uso ni lo vi usar, pero sé que se utiliza en esas situaciones especificas, y en las publicaciones, los resultados son buenos".
Por ejemplo, los pacientes podrían empezar a responder positivamente a medicamentos que antes no les hacían efecto.
¿Es inocuo el electroshock?
Si bien no hay consenso en torno a la gravedad de sus efectos secundarios, todos están de acuerdo en que está lejos de ser un tratamiento inocuo. Para Tenconi los mayores riesgos para la salud del paciente aparecen cuando el electroshock se realiza mal, pero practicado en condiciones de seguridad, no puede causar daño cerebral, como sostienen los más críticos de esta técnica.
"Básicamente, el efecto secundario son algunos trastornos de memoria. Tengo 42 años de psiquiatra y nunca vi complicaciones como daño cerebral. Sí vi gente que se mordía la lengua y cosas así, y las alteraciones en la memoria implican algún tipo de daño, porque si no, no se producirían", explica Campos.
La mayor polémica estaría generada por las instituciones psiquiátricas que plantean la necesidad de ampliar el espectro de casos en los que se usa la TEC o que directamente lo aplican sin tomar mínimas medidas de seguridad. Por ejemplo, recientemente se hizo público que una escuela en los Estados Unidos empleó el electroshock para tratar a un alumno autista. Otro caso se dio en China, cuando se descubrió que una clínica militar realizaba electroshocks para curar a jóvenes adictos a Internet, lo que ni siquiera es considerado una enfermedad.
Campos Cervera aporta una posible explicación para la tentación que sienten algunos de hacer un uso indiscriminado de la TEC, como una terapia más. "Lo que tiene el electroshock es que es mucho más barato que el fármaco".
La TEC "es como una cirugía, y sí, puede causar daños graves en el paciente por lo extremo del tratamiento, por eso sólo se justifica en personas que están muy graves, casos que son de vida o muerte", concluye el doctor De Rosa.
De todos modos, como los manicomios y demás instituciones psiquiátricas siguen siendo zonas oscuras, alejadas del escrutinio público, resulta difícil saber con exactitud en qué casos y cómo se aplica el electroshock. Además, la enfermedad mental es tan perturbadora para el entorno del que la padece que se tiende a su aislamiento. Muchos pacientes son así dejados en el olvido.
Una mirada más atenta sobre estas prácticas por parte de la sociedad y en particular de las autoridades evitaría los abusos.
Por Darío Mizrahi
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