El ser humano es el único mamífero que ingiere leche procedente de otro animal pasado el periodo de lactancia. Y lo hace a pesar de saberse que la leche que produce cada mamífero es específica para su especie.
José Ramón Lorente, presidente de la Sociedad Española de Nutrición Ortomolecular,  nos explica que la leche animal y sus derivados -nata, queso, yogures,  helados, batidos, etc.- se encuentran actualmente entre los alimentos de  mayor consumo del mundo. Se alaban sus propiedades nutritivas, lo ricos  que son y lo imprescindibles que resultan para mantener los huesos  sanos merced a su riqueza en proteínas, vitaminas y minerales,  especialmente el calcio. Pero ¿es eso verdad, o más bien se trata de  productos no precisamente saludables que causan muy diversas patologías?
El  ser humano es único en la naturaleza por múltiples razones, destacando  entre ellas el hecho de que se trata del único mamífero que ingiere  leche procedente de otro animal pasado el periodo de lactancia. Y lo  hace a pesar de saberse que la leche que produce cada mamífero es  específica para su especie y que la naturaleza la ha hecho idónea para  las necesidades de su cría y no para las de otra. Es más, la madre  Naturaleza previó que los mamíferos -es decir, los animales que maman-  obtengan la leche directamente de las mamas de sus madres sin contacto  con agente externo alguno ya que se trata de una sustancia que se altera  y contamina con gran facilidad. Los humanos, sin embargo, en el  convencimiento de que es sano seguir tomándola siendo ya adultos, hemos  alterado hasta las leyes de la naturaleza para poder mantenerla en  condiciones adecuadas de consumo. Y, sin embargo, son muchas las  evidencias que indican que tan preciado líquido está detrás de muchas de  las dolencias que hoy nos aquejan.
Obviamente, la composición de  cada leche varía en función del animal, de la raza, del alimento que  haya recibido, de su edad, del periodo de lactancia, de la época del año  y del sistema de ordeño, entre otras variables. Y si bien su principal  componente es el agua su presunto interés nutritivo radica en que además  contiene grasas (ácidos grasos saturados y colesterol), proteínas  (caseína, lactoalbúminas y lactoglobulinas), hidratos de carbono  (lactosa, fundamentalmente), vitaminas (cantidades moderadas de A, D y  del grupo B) y minerales (fósforo, calcio, zinc y magnesio). Las  proporciones dependen ya del tratamiento que se haya dado a la materia  prima por lo que no contiene la misma grasa la "leche entera" que la  "leche descremada". Ahora bien, ¿es realmente saludable ingerir leche y  productos lácteos? Porque, no sólo son muchos los investigadores que  discrepan de esa opinión, sino que hay cada vez más estudios que  cuestionan esa aseveración.
El problema del calcio
La razón fundamental por la que los nutricionistas occidentales -no así los orientales- recomiendan tomar leche y sus derivados es porque la consideran muy nutritiva y especialmente rica en calcio, agregando que la ingesta periódica de ese mineral es imprescindible para mantener la salud, sobre todo la de los huesos. Y en ese convencimiento muchas personas beben cantidades importantes de ella al punto de que algunas -es el caso de millones de norteamericanos- prácticamente la toman en lugar de agua. Sin embargo, es precisamente en Estados Unidos, el mayor consumidor mundial de leche, donde más incidencia de osteoporosis hay entre su población. ¿Alguien puede explicar razonadamente tan singular paradoja?
Lógicamente, no puede extrañar que cada vez más expertos alcen su voz abiertamente afirmando que la leche y sus derivados no sólo no son alimentos adecuados para el ser humano sino que ni siquiera constituyen una buena fuente de calcio porque una cosa es la cantidad de ese mineral presente en ella y otra muy distinta su biodisponibilidad. Además, está por ver si la necesidad de él que precisa el organismo es la que publicitan las empresas lácteas.
Resultan ilustrativos a ese respecto los resultados del estudio que con 78.000 mujeres de entre 34 y 59 años llevaron a cabo durante 12 años varios profesores de la Universidad de Harvard en Estados Unidos y que fue publicado en el American Journal of Public Health en 1997. Porque sus conclusiones desmienten la tesis de que un mayor consumo de leche u otras fuentes alimenticias de calcio por mujeres adultas las proteja de fracturas propias de la osteoporosis como son las de cadera o antebrazo.
También es interesante recordar el Proyecto Cornell Oxford-China de Nutrición, Salud y Medio Ambiente que se inició en 1983 con un estudio pormenorizado de los hábitos cotidianos de 6.500 habitantes de 65 provincias dispersas de la China rural ya que constituye una de las investigaciones más rigurosas y concluyentes efectuadas en materia de salud. Y ese trabajo demostró -entre otras cosas- que la leche animal desmineraliza a los adultos. Es decir, se comprobó que las mujeres que no tomaban leche de vaca y su único alimento eran el arroz, los vegetales, la soja y sus derivados no padecían osteoporosis. Y que, sin embargo, si dejaban esa dieta e introducían la leche de vaca sus niveles de calcio bajaban y aumentaba la incidencia de esa patología.
Gracias a las investigaciones llevadas a cabo por el doctor John McDougall -médico nutricionista del St Helena Hospital de Napa (California, Estados Unidos)- sabemos también que la mujeres de la etnia bantú no toman leche pero sí calcio procedente de fuentes vegetales y, sin embargo, a pesar de que tienen una media de 10 hijos y los amamantan durante largos periodos, no padecen osteoporosis.
Otro ejemplo de la relación entre leche y osteoporosis lo constituye el trabajo del doctor William Ellis, ex presidente de la Academia Americana de Osteopatía Aplicada, quien estableció que las personas que toman de 3 a 5 vasos de leche diarios presentan los niveles más bajos de calcio en sangre. Agregando que tomar mucha leche implica ingerir grandes cantidades de proteínas lácteas y éstas producen un exceso de acidez que el organismo intenta compensar mediante la liberación de minerales alcalinos.
En esa misma línea se expresa un estudio publicado en el American Journal of Clinical Nutrition que afirma que el exceso de proteínas de la leche es uno de los factores más importantes en el avance de la osteoporosis. En dicho estudio -publicado ya en 1983- se demostraba que hasta la edad de 65 años las mujeres que no toman leche y son vegetarianas tienen un 18% de pérdida de hueso mientras las omnívoras padecen una pérdida ósea del 35%.
Y estudios más recientes muestran que con una ingesta de 75 gramos diarios de proteína láctea se pierde más calcio en la orina del que se absorbe a través de la dieta.
A todo esto hay que añadir que la relación calcio/fósforo de la leche de vaca no es adecuada para el ser humano, pues su contenido es demasiado elevado en fósforo y por eso su ingesta acidifica el organismo. Con las numerosas implicaciones negativas para la salud que ello implica.
EL SÉSAMO
Quiero señalaros que el alimento que mas calcio tiene es el sésamo.  Tomando sus semillas trituradas o en crema (Tahín) obtenemos un aporte  de calcio decenas de veces mayor que con la leche de vaca.
La opinión de Jean Seignalet
El  finado doctor Jean Seignalet -hematólogo, inmunólogo, biólogo,  catedrático de Medicina de la Universidad de Montpellier durante muchos  años y autor de más de doscientas publicaciones en prestigiosas revistas  médicas- denunció en su obra La  Alimentación, la 3ª Medicina que muchas patologías y la proliferación  actual de otras se debe básicamente a cinco razones: el consumo de  cereales domésticos, la ingesta de leche animal y sus derivados, la  cocción de los alimentos, el refino de los aceites y la contaminación  alimenticia con la consiguiente carencia de vitaminas y minerales.  Afirmando en lo que a la leche se refiere lo siguiente: "Muchas personas  piensan que prescindir de la leche puede provocarles pérdida de calcio y  problemas como la osteoporosis pues la televisión, la prensa y la  mayoría de los médicos repiten que la solidez de los huesos depende de  su cantidad de calcio y sólo el consumo diario de productos derivados de  la leche puede aportarles en cantidad suficiente ese precioso calcio.  Sin embargo, yo digo firmemente que NO. El peligro de la falta de calcio  es una ilusión. Es cierto que la leche de vaca es rica en calcio pero  una vez en el tubo digestivo humano la inmensa mayoría del mismo es  precipitado en forma de fosfato de calcio y expulsado a través de las  heces fecales. Sólo una pequeña parte es absorbida. El calcio asimilable  es aportado en cantidad más que suficiente por los vegetales:  hortalizas, legumbres secas, verduras, carnes crudas y frutos secos y  frescos. Además el calcio es un mineral muy abundante en el suelo donde  es recuperado por las raíces de las plantas. En definitiva, eliminar de  la alimentación la leche animal no provoca carencia de calcio. Al  contrario, el régimen hipotóxico -desprovisto de derivados de la leche-  acompañado de magnesio y silicio bloquea 70 veces de cada 100 la  evolución de la osteoporosis e incluso permite a veces recuperar parte  del terreno perdido".
La caseína de la leche
Mencionábamos  al describir la composición de la leche que una de sus proteínas  principales es la caseína. Pues bien, se sabe que el niño lactante  asimila completamente las caseínas de la leche materna... pero no las de  la leche de vaca. Tales proteínas sólo se digieren parcialmente por el  efecto neutralizador de la leche sobre la acidez gástrica, indispensable  para su ruptura.
¿Y qué efectos provoca esa sustancia viscosa  que es la caseína animal en nuestro organismo? Pues hay que decir que en  algunas personas se adhiere a los folículos linfáticos del intestino  impidiendo la absorción de otros nutrientes (de hecho la caseína se  utiliza como pegamento para papel, madera, etc.). Además su  hidrolización parcial tiene otras consecuencias. Por ejemplo,  desembarazarse de sus residuos metabólicos supone un gasto energético  suplementario para el organismo y puede provocar problemas  inmunológicos. Así, en personas que presentan deficiencias de  inmunoglobulinas IgA esta proteína pasa al torrente sanguíneo y genera  gran variedad de reacciones autoinmunes (las mencionaremos más adelante  al hablar de las enfermedades relacionadas con el consumo de leche). Y  si tenemos en cuenta -como se recoge en un informe del Memorial  Kettering Hospital de Nueva York (Estados Unidos)- que la deficiencia de  antígenos IgA es uno de los problemas más comunes en cuanto a  deficiencias inmunitarias el problema pasa a tener dimensiones mucho más  preocupantes.
Las grasas de la leche
La  leche humana contiene 45 gramos de lípidos por litro, de los que el 55%  son ácidos grasos poliinsaturados y un 45% saturados. Y tiene, sobre  todo, un elevado contenido en ácido linoleico, precursor de  prostaglandinas y leucotrienos antiinflamatorios. En cambio la leche de  vaca -la más consumida- contiene un 70% de ácidos grasos saturados y un  30% de poliinsaturados. Una estructura que favorece la formación de  prostaglandinas y leucotrienos inflamatorios. Además, ese 30% de  poliinsaturados pierde sus propiedades cuando por efecto del calor  -entre 40 y 45 Cº- se desnaturalizan y ya no pueden ser precursores de  sustancias antiinflamatorias. Por lo que la leche tratada para poder ser  consumida es ¡una sustancia 100% inflamatoria!
Por otra parte,  la pasteurización y la homogeneización provocan que las grasas saturadas  atraviesen las paredes intestinales en forma de pequeñas partículas no  digeridas, lo que inexorablemente aumenta los niveles de colesterol y  grasas saturadas en sangre. Además, el contenido en colesterol de la  leche es superior al de otros alimentos famosos por ser ricos en ese  elemento. De hecho, algunos países ya han retirado la leche de la lista  de alimentos fundamentales para la dieta porque se ha observado que los  niños que acostumbran a tomar varios vasos de leche al día tienen sus  arterias en peores condiciones que los que no la toman. Una información  que, curiosamente, no parece haber llegado a Estados Unidos, pues según  su Departamento de Agricultura casi el 40% de la comida diaria que  ingieren los norteamericanos consiste en leche y/o productos lácteos. Lo  cual significa que un estadounidense medio toma diariamente sólo con los productos lácteos 161 miligramos de colesterol.  Y eso es tanto como ingerir ¡53 lonchas de tocino al día! Y luego se  extrañan de que la cuarta parte de la población norteamericana sea obesa  o padezca sobrepeso.
Añadiremos finalmente un dato importante  que aporta el ya mencionado doctor John McDougall: en el afán por  aumentar sus ventas la industria lechera relaciona el contenido de grasa  de la leche... con el peso. Lo que le permite decir que la de vaca  contiene "sólo" un 2% de grasa por cada 100 gramos. Y, claro, dicho así  parece que estemos hablando de un producto bajo en grasa. Sin embargo  debemos entender que el 87% de la leche es agua por lo que  si descartamos ésta el porcentaje real de grasa sobre la sustancia  sólida es mucho mayor. ¡Y no hablemos ya de la leche condensada!
La carga hormonal
Conviene  saber también que la leche contiene aproximadamente 59 tipos diferentes  de hormonas -pituitarias, esteroideas, adrenales, sexuales, etc.- siendo  las más importantes las hormonas del crecimiento cuya acción, unidas a  la riqueza proteica de la leche de vaca, hacen posible el rápido  crecimiento de los terneros de forma que en breve plazo llegan a doblar  su peso. Y es evidente que los humanos no tenemos precisamente esa  necesidad. Además, niveles elevados de esa hormona, unidos a otros  tóxicos, se consideran hoy causa de la aparición de diversas  enfermedades degenerativas.
Hay que añadir a ese respecto que  resulta kafkiano tener que reseñar que ya en 1994 la Food and Drug  Administration (FDA) -es decir, la agencia del medicamento  norteamericana- aprobó que la compañía Monsanto usara la Hormona  Recombinante de Crecimiento Bovino (rBGH) -también conocida como bovine  somatotropin o rbST- para aumentar la producción de leche en las vacas  entre un 10 y un 25%. Porque según se publicó en The Ecologist en 1998  "el uso de rBGH incrementa los niveles de otra hormona proteica -el  factor de crecimiento 1 tipo insulina (IGF-1)- en la leche de las vacas.  Y dado que el IGF-1 es activo en los humanos -causando que las células  se dividan- algunos científicos piensan que una ingesta de leche tratada  con altos niveles de rBGH podría dar paso a la división y crecimiento  incontrolados de células en los humanos. En otras palabras: cáncer". De  hecho, son tantos los peligros potenciales de esa hormona que su uso  está prohibido actualmente en Canadá y la Unión Europea, así como en  otros países.
La profesora Jane Plant, autora del libro Your life  in your hands (Tu vida en tus manos), explica en él que el IGF-1 es  además especialmente activo durante la pubertad y el embarazo. En el  caso de las niñas púberes -explica- esta hormona estimula el tejido de  la mama para que crezca. Y durante el embarazo ensancha los tejidos  mamarios y los conductos de la leche materna para favorecer la  lactancia. Agregando con rotundidad: "Niveles altos de esta hormona  incrementan hasta tres veces el riesgo de padecer cáncer de mama o de  próstata por parte de quienes consumen tanto la leche como la carne de  las vacas lecheras. Y en contra de la afirmación de que la  pasteurización la destruye entiendo que la caseína evita que eso ocurra y  que la homogeneización facilita que la IGF-1 alcance el torrente  sanguíneo. Asimismo, los propios estrógenos que se añaden a la leche  bovina son otro de los factores que estimulan la expresión nociva de  esta hormona y que, indirectamente, acaban provocando la aparición de  tumores".
Os recomiendo el libro de David Román, "Leche que no has de beber": un completísimo estudio de los efectos de la leche en los seres humanos.
Tóxicos en la leche
Debemos  añadir que la leche puede además estar contaminada por productos  químicos, hormonas, antibióticos, pesticidas, pus procedente de las  mastitis -tan frecuentes en la vacas ordeñadas permanentemente-, virus,  bacterias, priones... Sin olvidar que hoy se "enriquece" tanto la leche  como los productos lácteos con aditivos, vitaminas y minerales  sintéticos, semillas, plantas, frutas, proteínas, ácidos grasos... En  algunos casos, por cierto, con grasa de animales distintos. Con lo que  uno puede estar ingiriendo leche de vaca enriquecida con grasa de  cerdo... sin saberlo.
¿Y cuáles son las sustancias tóxicas que con más frecuencia puede uno encontrarse en un vaso de leche de vaca, la más consumida?
Pues son éstas:
Metales y plásticos.  El equipo utilizado en la explotación ganadera para obtener, conducir o  almacenar la leche puede contaminarla. De hecho se ha llegado a  detectar en ella hierro, cobre, plomo, cadmio, zinc, etc., o sus  aleaciones. Lo que puede provocar una actividad catalítica nefasta sobre  las reacciones de oxidación que se producen en ella.
Detergentes y desinfectantes.  Hablamos de formol, ácido bórico, ácido benzoico, sales alcalinas,  bicromato potásico, etc., sustancias que se emplean en la limpieza y  desinfección del material que se pone en contacto con la leche. Su uso  está justificado ya que el agua por sí sola es incapaz de arrastrar los  restos de materia orgánica y destruir las bacterias que contaminan las  instalaciones y que pueden pasar a la leche.
Pesticidas y fertilizantes.  En la comida que se da a las vacas se pueden encontrar compuestos  químicos con los que se ha procurado tanto el incremento de las cosechas  como su mejor conservación. En este grupo se incluyen acaricidas,  nematicidas, fungicidas, rodenticidas y herbicidas. Compuestos químicos  -DDT, dieldrin, lindano, metoxiclor, malation, aldrín, etc.- que pueden  ocasionar cáncer.
Micotoxinas. Procedentes del alimento  que se da a las vacas cuando éste está contaminado por mohos, muy  especialmente por el aspergillus flavus.
Las máquinas ordeñadoras provocan heridas en los pezones de la vaca que sangran y esta sangre va a la leche.
Antibióticos y otros fármacos.  Actualmente se emplean de forma habitual en el tratamiento y prevención  de las enfermedades infecciosas y parasitarias de las vacas pero pueden  pasar a la leche contaminándola. Un problema que se agrava al saber que  el uso excesivo y continuado de estos fármacos en animales ha acabado  provocando que determinadas cepas de gérmenes patógenos se hayan hecho  resistentes y al pasar a los humanos éstos encuentren dificultades para  superar la enfermedad con antibióticos. Por eso es peligroso el consumo  de leche extraída de vacas así tratadas. Ya en 1976 el diario Daily Herd  Management publicaba que "la mayoría de las fábricas [de leche] usan  cerca de 60 clases de tratamientos químicos [antibióticos] para tratar  la hinchazón de pezón después de cada ordeñada y para reducir la  propagación de mastitis (inflamación de ubres) en sus rebaños. Hay  evidencia de que algunas de esas zambullidas químicas dejan residuos en  la leche que pueden ser peligrosos para los humanos". Diez años después  todo seguía igual y el prestigioso The New York Times afirmaba que "los  residuos de antibióticos en la leche están causando reacciones alérgicas  en algunas personas debido a tratamientos rutinarios para prevenir la  hinchazón de los pezones de las vacas y programas de infusión en las  fábricas lecheras."
Contaminación radioactiva. Es otro de  los problemas que preocupan en la actualidad y si bien los residuos  producidos por el uso específico de la energía nuclear no ocasionan  problemas más que en raras ocasiones es necesario prestar atención.
Dioxinas.  Estos derivados del cloro merecen atención especial. Además de estar  relacionados con el cáncer de pulmón y los linfomas la exposición a las  dioxinas se ha relacionado con la diabetes, los problemas de desarrollo  del niño y diversos desarreglos del sistema inmune.
Enfermedades relacionadas con el consumo de leche
Ante todo lo expuesto son cada vez  más las voces que alertan de la posible relación -más o menos directa-  entre el consumo de leche y las dolencias que se relacionan a  continuación:
Anemia ferropénica. El doctor Frank Oski  -director del Departamento de Pediatría de la Escuela de Medicina de la  Universidad de Johns Hopkins (Estados Unidos)- asevera en su libro Don't  Drink Your Milk! (¡No bebas tu leche!) que en su país entre el 15 y el  20% de los niños menores de 2 años sufren anemia por deficiencia de  hierro y que la mitad del resto de las anemias que se producen en  Estados Unidos están relacionadas con el consumo de leche y sus  derivados por los pequeños sangrados gastrointestinales que la leche  puede provocar.
Artritis Reumatoidea y Osteoartritis. Está  constatado que los complejos antígeno-anticuerpo generados por la leche  se depositan a veces en las articulaciones provocando su inflamación y  entumecimiento. Estudios realizados en la Universidad de Florida  (Estados Unidos) confirman que los síntomas se agravan en pacientes con  Artritis Reumatoidea que consumen leche. Por otro lado, en un artículo  publicado en la revista Scandinavian Journal of Rheumatology se afirmaba  que en personas afectadas de esa patología que dejaron de ingerir  lácteos y tomaron sólo agua, té verde, frutas y zumos vegetales entre 7 y  10 días la inflamación y el dolor disminuyeron significativamente.  Agregando que cuando alguno volvía a una dieta lacto-ovo-vegetariana los  síntomas reaparecían. Por su parte, un grupo de investigadores  israelíes demostró en 1985 -por primera vez- que la leche puede inducir  también la artritis reumatoidea juvenil. La asociación de la leche con  la artritis reumatoidea del adulto ya se había establecido anteriormente  pero no se había hallado ninguna asociación con la juvenil hasta el  hallazgo de esos científicos.
Asma. Se sabe que la leche  puede estimular la producción excesiva de moco en las vías respiratorias  y que la alergia a la leche es causa de asma. Además está completamente  demostrado que los niños con exceso de moco y dificultades  respiratorias a los que se les retira la leche de vaca mejoran de forma  sorprendente.
Autismo. Investigadores italianos  descubrieron que los síntomas neurológicos de los pacientes autistas  empeoran cuando consumen leche y trigo. Se cree que los péptidos de la  leche pudieran tener un efecto tóxico en el sistema nervioso central al  interferir con los neurotransmisores. En sus investigaciones los  doctores de la Universidad de Roma notaron una mejoría marcada en la  conducta de esos enfermos tras dejar de ingerirla ocho semanas. En su  sangre había altos niveles de anticuerpos contra la caseína, la  lactoalbúmina y la betalactoglobulina.
Cáncer de estómago.  Investigadores del Instituto Nacional de Salud Publica de Morelos  (México) encontraron un aumento significativo del riesgo de contraer  cáncer de estómago en pacientes que consumían productos lácteos. En los  que además consumían carne el riesgo se triplicaba.
Cáncer de mama.  La leche está considerada por muchos expertos causa directa de este  "tipo" de cáncer. Si a ello añadimos la influencia que tiene la hormona  insulínica las probabilidades de sufrirlo aumentan considerablemente en  las grandes consumidoras de leche (Discovery DSALUD publicará el mes que  viene un artículo sobre este importante asunto que tanto preocupa a las  mujeres).
Cáncer de ovarios. La galactosa -uno de los  azúcares de la leche- se ha relacionado también con el cáncer de  ovarios. Algunos investigadores consideran que las mujeres que beben más  de un vaso de leche entera al día tienen tres veces más probabilidades  de contraer cáncer de ovarios que las que no lo ingieren.
Cáncer de páncreas.  Investigadores de la Universidad de Harvard (Estados Unidos) afirman  que existe una relación "positiva y fuerte" entre el cáncer del páncreas  y el consumo de leche, huevos y carne.
Cáncer de próstata.  Un estudio presentado hace más de veinte años en una reunión de la  American Association of Cancer Research en San Francisco y publicado en  Oncology News ya revelaba, según el doctor Chan -epidemiólogo de la  Universidad de Harvard-, que el consumo de mucha leche y sus derivados  está asociado con un incremento del riesgo de cáncer de próstata en los  hombres. Explicando que ello se puede deber a que el alto contenido de  calcio de la leche hace disminuir la cantidad de vitamina D del cuerpo,  encargada de proteger del cáncer de próstata a pesar de que la propia  leche la contiene. Epidemiólogos italianos del Aviano Cancer Center  calcularon ese aumento del riesgo y establecieron que es 1,2 veces mayor  entre quienes beben de 1 a 2 vasos de leche diaria que entre los que no  la consumen. Sin embargo, si se toman dos o más vasos de leche al día  el nivel de riesgo de padecer ese cáncer aumenta a 5.
Otro estudio -realizado por el mismo equipo de investigadores de la Universidad de Harvard- descubrió que los hombres que consumen grandes cantidades de leche y/o lácteos tienen un 70% de riesgo de contraer cáncer de próstata.  Opinión que comparte un grupo de científicos noruegos de la Universidad  de Oslo quienes afirman que consumir leche es un riesgo para contraer  cáncer de próstata. Añadiendo que, sorprendentemente, el consumo de  leche desnatada está asociado con un mayor incremento que la leche  entera.
Cáncer de pulmón. Investigadores holandeses  concluyeron en 1989 que las personas que toman tres o más vasos de leche  diaria tienen dos veces más probabilidad de desarrollar cáncer de  pulmón que los que no la toman. Y que, sin embargo -contra lo que  afirman sus colegas noruegos- las personas que toman esa misma cantidad  pero de leche desnatada parecen estar más protegidas. También se coligió  en el Roswell Park Memorial Institute de Nueva York que entre las  personas que beben tres o más vasos de leche entera al día aumenta el  riesgo de desarrollar cáncer de pulmón en un 200% (comparado con  aquellos que nunca la toman). Además se ha documentado que existe  relación directa entre la hormona somatotropina y el cáncer de pulmón, y  entre éste y las dioxinas que contaminan la leche.
Cáncer de testículos.  Investigadores británicos descubrieron que también hay relación entre  el cáncer testicular y el consumo de leche. El riesgo encontrado fue  7,19 veces mayor que en la población general y aumenta en un 1,39 por  cada cuarto de leche adicional que se consume.
Cataratas.  Hay una creciente evidencia de la relación entre el consumo de leche y  las cataratas. Según diversos estudios científicos las poblaciones  humanas que consumen grandes cantidades de productos lácteos tienen  mayor incidencia de cataratas que aquellos que los evitan. Este defecto  se ha relacionado con la lactosa y la galactosa. Siendo la relación más  evidente entre la mujeres que entre los hombres. El tipo más  frecuentemente es la catarata cortical.
Colitis ulcerosa. También el consumo de leche se ha asociado a esta dolencia.
Colon irritable. Hay diversos estudios que vinculan igualmente la ingesta de leche con el desarrollo de esta patología.
Diabetes Mellitus Tipo I.  Diferentes investigaciones demuestran que los lactantes alimentados con  leche de vaca presentan un mayor riesgo de padecer diabetes  insulinodependiente -conocida como diabetes tipo I- ya desde su niñez.  Un estudio publicado en la Revista de Medicina de Nueva Inglaterra  identifica la leche como "elemento responsable o factor desencadenante  en algunas personas genéticamente sensibles" . Los médicos que  realizaron la investigación descubrieron que los diabéticos analizados  tenían unos niveles de anticuerpos más  altos de lo normal que reaccionaban con una proteína de la leche  llamada suero de albúmina bovina atacándola como invasora y  destruyéndola. Pero resulta que -¡fatal coincidencia!- una sección de  esa proteína es casi idéntica a una proteína de la superficie de las  células productoras de insulina por lo cual, según afirman, las defensas  de las personas sensibles a ella terminan atacando a sus propias  células causando así su autodestrucción. Por lo que coligen que eliminar  la leche y sus derivados de la dieta infantil podría disminuir  drásticamente la incidencia de este tipo de diabetes.
Dolores abdominales sin intolerancia a la lactosa.  Existe una estrecha correlación -no discutida- entre la indigestión que  causa la lactosa, la intolerancia a la lactosa y la intolerancia a la  leche.
Enfermedad de Crohn. El doctor John Hermon-Taylor  -director del Departamento de Cirugía de la Escuela de Medicina del  Hospital St. George (Gran Bretaña)- afirma tras estudiar la enfermedad  de Crohn durante 20 años que la Paratuberculosis -una subespecie  delMycobacterium Avium- está indudablemente asociada a esa patología. Y  que ese microorganismo se transmite fundamentalmente a través de la  leche porque la pasteurización no la destruye. En un estudio realizado  entre 1990 y 1994 sobre envases para leche se encontró con que el 7%  estaba contaminado con la Paratuberculosis.
Enfermedades coronarias.  Numerosos investigadores relacionan algunos componentes de la leche -el  colesterol, las grasas, su alto contenido en calcio, la presencia de  xantina oxidasa, etc.- con este tipo de dolencias. En el caso de la  enzima bovina xantina oxidasa se sabe que sólo causa problemas cuando la  leche es homogeneizada y que su daño se centra en los vasos sanguíneos.  La posible explicación está en que esta enzima atravesaría intacta las  paredes intestinales, se trasladaría a través de la sangre y destruiría  el masmógeno, uno de los componentes de las membranas de las células que  forman el tejido cardiaco. Uno de esos investigadores es el doctor Kurt  Oster, jefe del servicio de Cardiología del Hospital Park City en  Bridgeport (Estados Unidos). Durante un periodo de casi cuatro años  Oster estudió a 75 pacientes que sufrían angina de pecho y  arteriosclerosis. Pues bien, se eliminó la leche de sus dietas y se les  dio ácido fólico y vitamina C -ambas combaten la xantina oxidasa- y en  todos los casos el dolor disminuyó. Es más, a ese respecto el doctor  Kurt Esselbacher -miembro de la Escuela de Medicina de la Universidad de  Harvard- afirma sin tapujos: "La leche homogenizada, debido al  contenido de xantina oxidasa, es una de las mayores causas de  enfermedades coronarias en Estados Unidos".
Hay también estudios realizados en  Rusia según los cuales quienes beben tres o más vasos de leche al día  tienen 1,7 más probabilidades de padecer enfermedades isquémicas  cardíacas que quienes no la consumen. Igualmente se sabe que el consumo  habitual de productos lácteos aumenta el colesterol malo (LDL) sin  afectar al bueno (HDL) por lo que ya en sí mismos constituyen un factor  de riesgo. Y debemos añadir que el consumo de proteínas lácteas parece  tener relación directa con la mortalidad coronaria ya que se ha  comprobado que los anticuerpos creados contra la caseína activan el  sistema plaquetario estimulando la trombogénesis. Además se las  relaciona con la inflamación de las paredes de las arterias favoreciendo  así el proceso arteriosclerótico.
En cuanto al calcio de la leche  cabe decir que parece existir relación entre el endurecimiento de las  arterias y el excesivo contenido de este mineral en sangre.
Añadiremos  que la leche desnatada se ha asociado con enfermedades coronarias no  isquémicas en hombres mayores de 45 años y en mujeres mayores de 75. Se  cree que las proteínas de la leche contribuyen a la formación de la  homocisteina. Para muchos la conjunción de este tipo de leche, la  lactosa, el calcio y la homocisteína podría ser responsable de la  calcificación de las arterias.
Esclerosis múltiple.  Científicos de la Universidad de Michigan (Estados Unidos) están  llevando a cabo en la actualidad extensos estudios acerca de los  factores asociados con la esclerosis múltiple y si bien hasta ahora sólo  han obtenido conclusiones parciales han podido establecer relación  entre la esclerosis múltiple y un excesivo consumo de leche.
Estreñimiento.  La leche es causa conocida de estreñimiento en niños y ancianos. Su  eliminación de la dieta y un mayor consumo de vegetales y fibra suele  resolver ese problema. Asimismo, tanto el estreñimiento crónico como las  lesiones perianales se han asociado con una clara intolerancia a la  leche de vaca.
Fatiga crónica. Según un estudio realizado  con niños en Rochester (Nueva York) en 1991 beber leche aumenta 44,3  veces el riesgo de padecer esta enfermedad.
Fístulas y fisuras anales. Podría deberse al parecer a la alergia a una proteína de la leche de cabra.
Incontinencia urinaria.  Muchos niños que mojan las sábanas ya crecidos dejan de hacerlo en  cuanto eliminan de su dieta la leche, los productos que la contienen y  los derivados lácteos.
Intolerancia a la lactosa. Para  poder ser utilizada por nuestro organismo este azúcar de la leche debe  ser previamente hidrolizado y eso se consigue gracias a una enzima  llamada lactasa que va desapareciendo lentamente cuando comienzan a  salirnos los dientes. Parece que en la raza blanca la lactasa permanece  durante más tiempo que en la raza negra. Algo que podría deberse a la  relación existente entre la melanina y la lactasa. Las personas que  viven en lugares fríos tendrían por eso la piel más blanca a fin de  aprovechar al máximo las radiaciones solares y sintetizar vitamina D  para fijar el calcio.
Se ha observado también que en la mayoría de  las personas que no producen lactasa o lo hacen a niveles muy bajos la  lactosa no hidrolizada pasa al intestino donde es atacada por las  bacterias y las consecuencias son fermentaciones, meteorismo, cólicos,  diarreas, etc. Todo lo cual provoca la irritación de las paredes del  intestino e incluso microheridas con pérdida de sangre. Y si esas  pequeñas hemorragias se producen de forma continuada acaban provocando  deficiencias de hierro.
Además la lactosa puede provocar otros trastornos no menos graves ya que es responsable de la asimilación de metales pesados como el cadmio, el mercurio y el hierro así como de otras sustancias tóxicas.
Linfomas. Un estudio  realizado en la Universidad de Bergen (Noruega) durante año y medio con  casi 16.000 pacientes observó que las personas que consumen dos vasos de  leche al día presentan un riesgo 3,4 veces mayor de padecer linfomas  que los que beben menos. El mecanismo por el cual eso se produce todavía  no está claro a pesar de que se sabe que la leche de vaca puede  transmitir el virus de la leucemia bovina. Este mismo estudio encontró  una asociación, aunque débil, entre el consumo de leche y el cáncer de  riñones y de los órganos reproductivos femeninos.
Otro mecanismo por  el cual se pueden contraer linfomas es a través de leche contaminada con  dioxinas. En un artículo publicado en el periódico norteamericano The  Washington Post se afirmaba que las personas que consumen grandes  cantidades de grasa -como carne y productos lácteos son 10 veces más  propensas a contraer cáncer, especialmente de pulmón.
Migraña.  Se ha comprobado experimentalmente que cuando se suprime la leche de la  dieta de pacientes afectos de migraña se reducen significativamente sus  síntomas.
Oídos, garganta y sinusitis. En 1994 la revista  Natural Health publicaba una serie de hallazgos que relacionan a la  leche con el aumento de las infecciones de los oídos y la garganta. Los  estudios demostraron que las amígdalas y las adenoides reducían su  tamaño cuando se limitaba el consumo de leche.
 
Sangrado gastrointestinal. El sangrado gastrointestinal secundario a la intolerancia a las proteínas de la leche de vaca en niños ha sido adecuadamente documentado. Tan serio es el sangrado que se le coloca como una de las causas más comunes de anemia en niños.
Síndrome de mala absorción. Investigadores de la Universidad de Helsinki (Finlandia) han comprobado la relación entre las proteínas de la leche y el daño a la mucosa intestinal. Este daño es el responsable del síndrome de mala absorción que se caracteriza por diarreas crónicas, vómitos y retardo del crecimiento.
Trastornos del sueño. Estudios realizados en la Universidad Free de Bruselas entre los años 1986 y 1988 confirmaron la relación entre el consumo de leche y los trastornos del sueño en los niños. Éste y otros estudios han hallado relación entre la alergia a la leche y los problemas para dormir. Todos los síntomas mejoraban cuando se excluía la leche de la dieta y empeoraban cuando era reintroducida. El tiempo promedio para notar la mejoría era de cinco semanas. La agitación que manifestaban esos niños también mejoró.
Úlceras pépticas. En el pasado se aconsejaba tomar leche a las personas que padecían problemas estomacales, en especial en caso de úlceras. En la actualidad esa práctica se desaconseja por considerarse peligrosa y porque se sabe que la leche y sus derivados agravan todos los síntomas. El alivio temporal que sentían esos pacientes se podía deber simplemente al hecho de que normalmente la leche se tomaba fría y era la temperatura del líquido lo que hacía mejorar la situación transitoriamente.
Otras reacciones provocadas por la leche. Además de las expuestas existen otras situaciones y dolencias que se relacionan con la ingesta de leche. Por ejemplo la acidosis láctica severa asociada a la alergia a la leche de vaca, el aumento del riesgo de preeclampsia en mujeres sensibles, la dificultad de aprendizaje en niños o algunos casos de infertilidad femenina. Por último es importante señalar que las madres que toman leche de vaca durante el período de la lactancia exponen a sus hijos a los riesgos asociados a este alimento.
Fuentes: José Ramón Llorente, presidente de la Sociedad Española de Nutrición Ortomolecular
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