¿Cómo saber si eres Inmaduro/a Emocional?
Las personas que padecen el síndrome de Peter Pan o de Inmadurez
Emocional son incapaces de crecer, y su alegría y seguridad suelen ser
una máscara que esconde su inseguridad y temor a no ser queridos. Aunque
difícil de solucionar porque es un problema que no reconoce quien
padece el trastorno, puede superarse con terapia psicológica y ayuda de
sus parejas o familiares.
La primera vez que se utilizó el nombre de síndrome de Peter Pan,
haciendo alusión a un problema emocional fue en el año 1966, cuando el
psiquiatra Eric Berne se refirió con este nombre al niño que todo adulto
lleva dentro y que está centrado sólo en satisfacer sus propias
demandas y necesidades.
La madurez emocional
Se habla con frecuencia de que los jóvenes de hoy tardan más en
llegar a la madurez que en generaciones anteriores. Asumir
responsabilidades y saber enfrentarse a las dificultades de la vida, se
muestra cada vez como algo más difícil de encontrar. Incluso el Doctor
Aquilino Polaino Lorente, doctor en Psiquiatría y catedrático en
Psicopatología escribió un libro sobre lo que él denominada “Síndrome de Peter Pan” o el de “la eterna adolescencia”. ¿Qué se puede hacer en estas situaciones? ¿Cómo se puede llegar a la madurez afectiva?
La madurez afectiva
Cuando nos referimos a la madurez afectiva estamos refiriéndonos a un
estrato de la personalidad muy relacionado con lo biológico (el nivel de glucosa en sangre, las hormonas, etc.) La afectividad está relacionada con la respuesta a la pregunta: “¿Cómo estás?”. Esta madurez afectiva tiene mucho que ver con la propia apreciación que hacemos de nosotros mismos y de los demás.
Para lograr una personalidad equilibrada y libre, es conveniente educar en las virtudes,
y, especialmente en la fortaleza y en la templanza. Con ellas cada uno
podrá ser más dueño de sí mismo; y por lo tanto más libre y más feliz.
Una persona a la que la faltan virtudes, especialmente las dos ya
mencionadas, no será libre sino esclava de sí misma, de los demás, de
todo. Esta situación puede generar inseguridad y angustia.
La persona inmadura presenta dificultades de adaptación: choca con
los demás y podría presentar trastornos de personalidad. Los síntomas
que aparecen en estas personas, y que más adelante especificaremos,
están en la base de diferentes psicopatologías.
Para lograr una personalidad equilibrada y libre,
es conveniente educar en las virtudes, y, especialmente en la fortaleza y
en la templanza.
Además, en la sociedad actual, debido a la filosofía imperante, cada
vez se hace más difícil la práctica de la fortaleza y de la templanza.
Hoy en día, los planteamientos hedonistas, consumistas y materialistas “ahogan a niños y jóvenes”
y les dificultan desarrollarse con normalidad. Está mal visto, exigirse
a uno mismo, no disfrutar de algunas cosas o no comprar el último
modelo de lo que sea.
La formación de la personalidad
En la formación de la personalidad hay que tener en cuenta la
influencia de los padres, de los educadores y la del ambiente en el cual
se educan los jóvenes. Algunas de estas malas influencias son: potenciar la comodidad, evitar todos los disgustos a los hijos o a los alumnos y darles todo lo que pidan inmediatamente.
Actualmente los chicos adquieren antes la madurez intelectual debido a
que se trabaja más este aspecto con ellos, pero tardan más en madurar
afectivamente. Los profesores, tienden más a enseñar a “hacer” que enseñar a “ser”. Esta metodología influye en el conocimiento, pero no facilita la madurez emocional.
Muchas personas inmaduras están afectadas de perfeccionismo. Se entregan al "hacer"
y buscan la seguridad en la perfección. Como hay cosas que hacen mal,
se llenan de angustia. Hoy la educación está en crisis, porque no se dan
suficientes estímulos para disfrutar haciendo el bien y pasarlo mal
cuando se hace lo malo.
Para la madurez afectiva es también muy importante el ambiente en el
que se educa. Si el ambiente es de cariño y aceptación, la persona
asimila los criterios sobre el bien y el mal. Si lo que hay es temor en
la infancia, no se asimilan los valores; y al llegar a la adolescencia
aparece la rebelión de una forma exagerada. La falta de cariño produce
inseguridad y un sentimiento de minusvalía. Unida a la inseguridad surge
la angustia.
La personalidad madura se consigue por un adecuado desarrollo de la inteligencia y la voluntad.
Este proceso dura toda la vida. Siempre habrá que vencer los estados de
ánimo o evitar la pereza. Si por medio de la inteligencia y la voluntad
conocemos nuestros estados de ánimo, podremos controlar su desarrollo y
evitaremos un sin fin de problemas.
Dos tendencias fundamentales de la personalidad son moverse y experimentar. Estas tendencias son propias de la infancia. A partir de los siete u ocho años empiezan a prevalecer las tendencias del valer y del poder.
Si en la formación del carácter no se han satisfecho estas tendencias,
nos encontraremos ante la inmadurez afectiva. La necesidad de ser
valorado y aceptado de cada persona es tan fuerte que se pone a su
servicio tanto la inteligencia como la voluntad.
Rasgos de la personalidad inmadura.
De la falta de valoración y aceptación, surgen las personalidades
inmaduras. Todas ellas tienen en común la inseguridad. Esta inseguridad
tiene los siguientes rasgos:
- Sentimiento de inferioridad. Esto hace que las personas se comparen con los demás y que tiendan a ver lo negativo.
- Angustia y nerviosismo.
- Perfeccionismo.
- Rigidez. La inseguridad lleva a aprender pocas cosas y a hacerlas constantemente, porque es lo que cada persona domina. Esta conducta puede provocar conflictos con los demás, ya que los demás tienen otras formas de actuar o de pensar.
- Pesimismo: Miedo a equivocarse.
- Inseguridad que conduce a la duda y a la indecisión. Los inmaduros dependen siempre de alguien o de las innumerables metas que se van marcando.
- Obsesivos. Como estas personas “no pueden cometer fallos”, lo planean todo.
- Elevada autoexigencia.
- Extroversión. Las personas inseguras se vuelven hacia los demás, pero no se conocen.
- Baja tolerancia a la frustración. El más mínimo contratiempo les hunde.
- Inestabilidad de ánimo.
- Respuestas emocionales desmesuradas.
- Susceptibilidad.
Como consecuencia de todo ello pueden aparecer obsesiones, depresiones, fobias y angustia.
Segunda parte del artículo: Cómo ayudar a las personas inmaduras.
Este artículo está basado en gran parte en las ideas de Fernando Sarrais en una conferencia sobre la madurez afectiva.
José Luis Díez Pascual: ecojoven@ecojoven.com Profesor de Psicología y Pedagogía Orientador Escolar
Juanca López. JuancaAhm@gmail.com