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jueves, 16 de febrero de 2012

CEITE DE OLIVA..Dr Palmetti

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La composición química del aceite de oliva (Olea europaea) destaca la marcada presencia del ácido oleico (más del 70%), monoinsaturado no esencial que forma parte de la familia de los omega 9. Luego posee un 7-8% de ácido linoleico (omega 6) y una pequeña presencia (0,5-1%) de ácido linolénico (omega 3). Por su alto contenido en monoinsaturados, el aceite de oliva resulta ser el más estable y por tanto el más adecuado para la cocción, en relación a los aceites con predominio de los termosensibles ácidos grasos poliinsaturados. Sin embargo el aceite de oliva no puede ser el único aceite de una dieta saludable, dado que no satisface nuestros requerimientos en materia de ácidos grasos esenciales; salvo que consumamos abundante cantidad de semillas y pescados marinos que suplementen dichas carencias.

Más allá de su perfil de ácidos grasos, su estabilidad y su exquisito sabor, debemos considerar otras importantes propiedades del aceite de oliva. Se trata de un producto muy afín a nuestro metabolismo graso y de alta digestibilidad, por lo cual es recomendado a embarazadas, niños y ancianos. No olvidemos que posee una composición muy similar a la leche materna. En base al aceite de oliva se ha realizado un índice de digestibilidad de las grasas, correspondiendo el 100 al oliva, el 83 al girasol, el 57 al sésamo y el 36 al maíz.

El oliva es emoliente, es decir que ejerce un efecto suavizante y antiinflamatorio sobre la piel y las mucosas, sobre todo a nivel estomacal, por lo cual es excelente en gastritis. También es laxante suave, pudiéndoselo tomar para tal fin en ayunas, con lo cual también facilita la expulsión de parásitos intestinales.

Un punto fuerte del aceite de oliva es su condición de colagogo, es decir que facilita el vaciamiento de la vesícula biliar, aliviando las molestias debidas a su mal funcionamiento y estimulando la apertura del esfínter de Oddi (su contracción provoca cólicos). Además, la bilis vertida al intestino facilita la digestión. El uso continuado del aceite de oliva genera un marcado efecto reductor del nivel de colesterol en sangre. El aceite de oliva aumenta las lipoproteínas de alta densidad (HDL), encargadas de transportar en la sangre el tipo de colesterol llamado “bueno”. Esto y su estabilidad a la oxidación, explican la relación entre el consumo de aceite de oliva y el menor riesgo de arteriosclerosis e infarto de miocardio.

Un reciente estudio realizado en 5 países europeos (España, Dinamarca, Finlandia, Italia y Alemania) demostró la capacidad antioxidante del aceite de oliva, debida a su alto contenido en polifenoles (tirosol e hidroxitirosol). Luego de 3 semanas de consumo de aceite de oliva con alto contenido en polifenoles, los pacientes mostraron incremento de colesterol “bueno” (HDL) y disminución de colesterol “malo” (LDL), triglicéridos y estrés oxidativo. Este último factor es considerado uno de los principales factores de riesgo para arteriosclerosis y afecciones cardiovasculares. El estudio también confirmó que el efecto de los polifenoles se da mientras estos antioxidantes operan en su matriz natural (el aceite) y no bajo forma de suplementos. Los polifenoles se pierden en el proceso de refinación del aceite y su corta permanencia en el organismo obliga a reponerlos a través del consumo habitual de aceite de oliva extra virgen en las comidas.

Pese a no contener ácidos grasos poliinsaturados, el aceite de oliva ha sido revalorizado como protector cardiovascular, confirmando los beneficios de la dieta mediterránea, también rica en pescados que aportan los ausentes esenciales del olivo. En las aceitunas, y por consiguiente en un aceite obtenido por simple presión en frío, existe oleuropeína, una sustancia también presente en hierbas como la valeriana, la eufrasia o la genciana. Dicho componente, aún en pequeñas dosis, favorece la irrigación del corazón, ensancha las arterias coronarias, elimina arritmias cardíacas y además tiene efecto antiespasmódico. Este no es un buen dato para la gran industria de las grasas, pues tanto la oleuropeína como otras sustancias moduladoras presentes en las semillas oleaginosas, son eliminadas por los procesos de refinación. Y la gran industria no puede prescindir de la refinación.

Recientemente, científicos de la Universidad de Pensilvania (EEUU) aislaron otro componente saludable del aceite de oliva, al cual denominaron oleocanthal. Esta sustancia, responsable del cosquilleo que produce en la garganta un buen aceite de oliva extra virgen, tiene la misma efectividad que fármacos antiinflamatorios y analgésicos como el ibuprofeno, pero sin sus contraindicaciones. Como dicha droga, el oleocanthal actúa inhibiendo enzimas pro inflamatorias y se supone que el mecanismo de acción opera sobre la síntesis de nuestros conocidos eicosanoides.

Otro efecto benéfico del aceite de oliva es que tiene poder antiviral, pues sus lipoproteínas aumentan 400 veces nuestras defensas contra virus. Además es un buen protector del envejecimiento óseo (osteoporosis, fracturas, etc.) pues el ácido oleico facilita la absorción intestinal del calcio, a tal punto que en Grecia se suelen agregar unas gotas de aceite de oliva en la mamadera de los bebes.

En síntesis, el aceite de oliva:

  • Reduce el nivel de colesterol.
  • Disminuye el riesgo de infarto
  • Reduce las probabilidades de trombosis arteriales.
  • Disminuye la acidez gástrica.
  • Ofrece una acción eficaz de protección contra úlceras y gastritis.
  • Estimula la secreción de la bilis, y es el mejor absorbido por el intestino.
  • Regula el tránsito intestinal.
  • Beneficia nuestro crecimiento óseo y permite una excelente mineralización del hueso.
  • Es el más conveniente para prevenir los efectos deterioradores de la edad sobre las funciones cerebrales y sobre todo el envejecimiento de los tejidos y de los órganos en general.

Los problemas del Oliva

Para disfrutar de las excelentes propiedades del aceite de oliva, debemos disponer de un aceite extra virgen de origen confiable. Para evitar sorpresas, conviene conocer mejor distintos aspectos de la moderna realidad productiva. Hasta la reciente aparición de pequeñas prensadoras artesanales de semillas (lino, girasol, sésamo, chía, etc), el oliva era la única forma de acceder a un aceite de primera prensada en frío sin refinación (calidad extra virgen). El proceso del oliva era realizado con las antiguas técnicas europeas, artesanales y bastante simples. Tras un lavado, el fruto maduro era pasado por un molino de rodillos y posteriormente por muelas de granito. La pasta obtenida se comprimía con prensas hidráulicas a temperatura ambiente y el fluido obtenido era simplemente decantado, para separar por densidad el alpechín (agua y pigmentos de la aceituna) y el aceite. Así se obtenía antiguamente la mayor parte del aceite de oliva, considerado extra virgen, tanto en grandes como en pequeños emprendimientos. Hoy en día, esta forma de obtener el aceite de oliva está tendiendo a la desaparición. Por una cuestión de aprovechamiento económico y eficiencia industrial, los rodillos y las muelas han pasado a los museos. Muy pocos realizan el proceso de decantación tradicional; la separación del aceite y el agua (alpechín) se realiza a través de un eficiente proceso de centrifugación de alta velocidad, el cual atenta contra las propiedades biológicas del aceite.

Por otra parte, el alto precio del oliva estimula el máximo aprovechamiento del remanente de aceite que queda en la torta residual del primer prensado, el cual antiguamente se descartaba o se destinaba a nutrición animal. Extraer dicho remanente oleoso requiere la utilización de técnicas industriales de refinación similares a las utilizadas en las semillas: temperatura, solventes, neutralización, desodorizado y correcciones químicas. El aceite así obtenido es obviamente de baja calidad; por ello la legislación prevé ocho categorías inferiores al extra virgen, establecidas en función a valores de acidez, peróxidos e impurezas: virgen, virgen corriente, virgen lampante, refinado, simplemente oliva, orujo de oliva crudo, orujo de oliva refinado y orujo de oliva. Los tecnólogos logran corregir ciertos parámetros con auxilio de la química y de la mezcla de distintas calidades y tipos de aceite, con lo cual se puede ascender en dichas categorías y revalorizar comercialmente el decadente producto refinado. La nocividad de estos procesos ha quedado puesta de manifiesto por las recientes normas de la Comunidad Europea, que a partir de agosto del 2001 han prohibido la comercialización del aceite de oliva refinado en el ámbito de su territorio. ¿Qué hacen los europeos con su aceite refinado? Acertó: lo exportan al tercer mundo, donde las legislaciones son flexibles y tolerantes. Por ello aparecen en nuestras góndolas, declarados como importados o no, aceites de oliva con las leyendas “puro” o “fino”.

Otro aspecto que atenta contra la buena calidad del aceite de oliva, es la tendencia al prensado de la aceituna verde, es decir sin que haya completado plenamente su maduración en la planta. La aceituna madura (o negra) adquiere una tonalidad oscura y se convierte en un fruto más saludable. La moda de prensar en verde proviene de los industrializados sistemas europeos de recolección mecánica. Allá, debido a los costos de mano de obra, nadie cosecha a mano y ello obliga al uso de tecnologías mecánicas, más eficientes con el fruto inmaduro. Esto modifica la característica del aceite, desapareciendo los sabores frutados y los colores intensos, propios de la presión de la aceituna madura.

Un problema no menor es el alto precio internacional del aceite de oliva, que no refleja los reales costos de la producción local, sino que responde a la próspera demanda del primer mundo. Esto hace que gran parte de la producción nacional se exporte. En el mercado interno, la elevada cotización “incita” a la mezcla con aceites de menor calidad. El consumidor no puede detectar la presencia de aceites procesados o residuos de técnicas de refinación o de reconstrucción química de ciertos parámetros (color, olor, sabor) en base a aditivos. Caseramente sólo puede comprobarse la mezcla con aceites extraños, mediante la exposición al frío (heladera). Esto es posible gracias a sus distintos puntos de cristalización, pues el aceite extra virgen de oliva tiene bajo punto de cristalización, solidificando antes. Resumiendo, coloque una muestra del aceite a verificar en recipiente de vidrio y en heladera. Luego de varias horas, aquello que no solidifica por completo como pan de manteca, no es oliva extra virgen.

El tema de las mezclas no debe asociarse únicamente al fraude y a la adulteración comercial. Las propiedades del oliva (estabilidad, sabor, propiedades terapéuticas) y sus carencias (Ácidos grasos esenciales), lo hacen indicado para combinarlo con aceites complementarios, ricos en AGE, pero menos estables y sabrosos. El lector puede probar, partiendo siempre de aceites extra vírgenes, a combinar oliva con girasol y lino, oliva con soja y lino u oliva con chía. Estas mezclas nobles y de alta calidad, serán siempre para usar en frío, debiendo reservarse el aceite puro de oliva para emplearlo en cocciones. Cuando hablamos de cocción, no debemos pensar solo en comidas, sino también en panificados (panes, galletas, tortas), los cuales realzan su sabor gracias al aporte del oliva. Al igual que otros aceites extra vírgenes, el oliva requiere siempre protección del aire, la luz y el calor, para preservar su calidad.

Finalmente recordemos que, tal como sucede con otras oleaginosas, es interesante el consumo de los frutos del olivo. Comer aceitunas, cuyo prensado da origen al aceite, es la forma más natural y segura de ingerir sus principios nutricionales y terapéuticos. Ante todo debemos preferir siempre las negras, que no son una variedad distinta, sino simplemente el fruto completamente maduro. Además de la inmadurez, las verdes ofrecen otro problema: el tratamiento químico. Como su piel es más dura, se las debe atacar con sustancias agresivas (como la soda cáustica) a fin que suelten el amargor. Las aceitunas maduras (negras) no necesitan tal agresión y pueden ser “curadas” simplemente con sal. Este sistema también se usa para las deshidratadas o “griegas”, presentación altamente recomendable, tanto secas como preparadas con aceite de oliva y condimentos.

Uso terapéutico del aceite de oliva

El aceite de oliva tiene un aspecto terapéutico poco difundido y muy interesante con respecto al hígado, órgano con permanentes necesidades depurativas, y especialmente en primavera. Transcurrido el invierno, el hígado intenta desembarazarse de todos los excesos acumulados en la época de los alimentos densos y calóricos. Una técnica que permite remover y expulsar los residuos grasos del hígado es la cura de aceite de oliva. Consiste en ingerir durante 15 días, dos cucharadas de aceite en ayunas (una sola cucharada en casos de cálculos vesiculares), pudiendo agregarse unas gotitas de jugo de limón para mejorar el sabor y la efectividad de la depuración.

Extraído de: Libro “Alimentos Saludables” - Nestor Palmetti
Aportado y editado por: Lucas Schab - Kuyen Alimentos Naturales