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lunes, 21 de mayo de 2012

¿POR QUÉ TE HAS ENFERMADO?

Son muy pocas las personas que pueden enfrentar una enfermedad con un sentido profundo, con el sentido de enterarse de qué es lo que está sucediendo y por qué se ha manifestado su enfermedad.

A la mayoría de las personas les resulta muy cómodo y tranquilizador el uso de fármacos o una cirugía para mejorar su estado de salud.

Acudir a la medicina tradicional para superar su dolencia lo más pronto posible se convierte en el único propósito, perdiendo de vista la inmensa información que esa dolencia le puede aportar a su vida para mejorar algún aspecto importante y además, para evitar volver a enfermar de lo mismo o de otras dolencias que se relacionan con el mismo tema.

La persona que recibe su enfermedad sabiendo que es un estado de desequilibrio producido en su interior comenzará a informarse, observarse, corregirse y aprenderá algo importante para su vida, sin dar tanta importancia a la dolencia en si misma, sino, rescatando el mensaje más valioso que es conocer la causa del desequilibrio.

La persona que logra comprender el mensaje sana de inmediato y es muy poco probable que vuelva a manifestar la misma enfermedad nuevamente. Cuando acepta el reto, su vida mejora en los aspectos que se relacionan a la creación de su enfermedad, teniendo la posibilidad de desarrollarse más plenamente, más sano y mas feliz.

La persona que se deja sanar por agentes externos, sin hacer los cambios internos, tiene muchas probabilidades de volver a manifestar la misma enfermedad varias veces, y si se ha acogido a una cirugía es posible que luego enferme otros órganos del cuerpo.

Cuando comprendemos que la enfermedad es una posibilidad de crecer y hacernos más fuertes, las cosas se desarrollan de forma muy distinta a lo que sucede, con una persona que aun no lo ha comprendido.

Es verdad que resulta muy sencillo acallar un dolor con un analgésico, y olvidarse del asunto, pero también es verdad que la tarea que emprende el que comienza a excavar en su interior a partir de ese dolor físico, saldrá renovado, más maduro, más consciente y con la práctica no volverá a necesitar enfermar para mejorar algún aspecto de su vida.

Se sabe de lugares donde las personas gozan de una excelente salud y una larga vida y se han trazado factores claves que determinan esa condición.

Ellos son más felices, ríen mucho, tienen más libertad, más tranquilidad y disfrutan de la vida en una forma más acentuada que los demás. Por alguna razón, ellos han descubierto que se puede vivir en perfecta salud y lo practican.

No podemos desconocer que al comenzar a observarnos vamos a encontrar una infinidad de cosas desagradables que en muchas ocasiones nos hacen sentir aún más mal que antes de hacerlo. Sin embargo, la tarea dará sus frutos sin excepción y los beneficios serán elocuentes.


La gran tarea de observarse es una bendición, si bien a veces dolorosa al principio, luego se vuelve tan agradable y necesaria como el aire para respirar. Será necesario atravesar las grandes verdades espirituales, las grandes verdades emocionales y las grandes verdades mentales, para llegar al mundo físico donde solo se está manifestando lo que sucede en nuestros cuerpos energéticos.

Esto requiere tanta paciencia y tanto amor por uno mismo, que a veces creemos estar en una travesía titánica que solo podría realizar algún ser con poderes especiales y divinos. Sin embargo, todos y cada uno de nosotros se encuentra perfectamente capacitado para llevarla a cabo.

Lo más complicado de esto, puede ser iniciar la búsqueda en el interior que nosotros mismos fuimos creando con la aceptación de nuestra realidad, con las experiencias de vida, con las ideas de la conciencia colectiva y que dejamos entrar sin haber podido filtrar.

Permitimos entrar mucha información y muchas emociones que no corresponden a nuestra condición de seres divinos eternos y no nos damos cuenta de ello porque no hemos tenido las referencias de la verdad. Encontrar esto y revertirlo a veces es realmente una hazaña, pero es absolutamente posible.

Parece tan normal permitir la entrada de ideas limitantes, incluso es más, si no lo hacemos nos sentimos extraños, fuera de lo normal, insensibles o egoístas. Por ejemplo, cuando aceptamos la idea de que somos vulnerables, creemos que cualquier situación o persona nos puede dañar, renunciando a nuestra libertad y grandeza y como consecuencia de eso nos enfermamos.

Otro ejemplo es cuando aceptamos la idea de que estamos solos y desamparados, renunciamos a la red y la fuente de la que formamos parte, renunciamos a la seguridad del sustento que nos pertenece por derecho divino y como consecuencia de eso enfermamos. Cada vez que renunciamos a alguna verdad enfermaremos.


Muchas veces el desequilibrio energético se encuentra alojado en el cuerpo emocional. La revisión mental nos resulta relativamente sencilla, comparada con la revisión emocional. El cuerpo emocional es tan propio, tan interno y tan característico, que nadie más puede introducirse allí para hacer algo por nosotros, solo nosotros podemos.

¿Quién puede llegar a saber con precisión lo que estás sintiendo, las emociones que te están embargando?,

¿Quién puede encontrarlas por ti y quien puede reemplazarlas por ti? ¿Quién puede tomar tus emociones y echarlas al tarro de la basura y ponerte dentro las que te hacen bien?

¿Quién puede regalarte o venderte las emociones y las verdades que te estás negando?

Por eso el camino a la sanación se hace angosto y pesado. Resulta tan sencillo ingerir algo y olvidarte de todo. Sin embargo, nada que no sea nuestro trabajo interior será verdaderamente sanador.

Hemos venido aquí a descubrir lo que somos, a darnos cuenta de que podemos volver al hogar, a encontrar el camino de regreso casa y la enfermedad es una guía, una guía maravillosa y valiosa, tan valiosa que hasta la puedes recibir con alegría.

¿Pero quién recibe su enfermedad con alegría?

Generalmente, cuando enfermamos nos llenamos de miedo, de dolor, de angustia, desesperación y una urgencia por encontrar quien pueda arreglarlo por nosotros porque nos sentimos indefensos.


Sentirnos indefensos frente a nuestra enfermedad no nos ayuda. Es preferible darle la bienvenida y recibir su mensaje para iniciar la tarea de corregir, crecer, amarnos, y aceptar nuestra grandeza infinita. Aceptar esta verdad nos sanará definitivamente.

La ciencia, los fármacos y tantas otras cosas pueden ayudar a paliar la enfermedad, pero en definitiva solo cada cual puede sanarse a si mismo.

Muchas veces ni siquiera es necesario saber cual es exactamente el desequilibrio que te afecta, a veces solo es necesario reconocer que algo se puede mejorar para que el universo ofrezca las soluciones.

Somos tan amados y tan bendecidos, que el solo hecho de poner a disposición nuestro desequilibrio a la voluntad de Dios puede sanarnos. No es necesario que este proceso sea largo y doloroso, no hay ninguna necesidad de sentir dolor y angustia.

La persona que está más acostumbrada a revisarse se sentirá más segura y tendrá la certeza de la sanación en cuanto se disponga a comprender que algo de importancia sucede en su interior.

No sentirá la urgencia de mejorar y se tomará el espacio de reposo para mirarse con amor a si misma y aprovechará la posibilidad de amarse un poco más, cada vez un poco más.

Esta persona ha comprendido que ha enfermado justamente por eso, porque debe aumentar el amor a si misma y lo hará.

por Patricia González